martes, 26 de febrero de 2008

Nuevas y maduras lectoras.

Esto es lo que dicen algunas lectoras de edad entre 45 y 65 años con referencia al uso que realizan de un material para animación a la lectura en la educación permanente.

  • “Aprender y gozar con los libros”

“Si, yo me levanto a las cinco de la mañana y no me da tiempo a hacer todo lo que quiero. Sólo pido: Dios mío, déjame aprender (vivir) unos años, para aprender y ser persona”

“Claro que sí, y lo mejor es que después de leer un libro que nos ha gustado no vuelve a las estanterías, pasa de unas a las otras”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Fundamental el hábito de la lectura en la edad madura. Tengo casos a mi alrededor a montones (madre, tías, tías abuelas, vecinas...). Incluso podría dividir a mis jubiladas y maduras en dos grupos: las que leen y las que no. Las primeras leen novelas (principalmente genero histórico), libros de autoayuda, revistas especializadas (del tipo salud y mente) y la prensa (el heraldo). Las segundas se mueren de aburrimiento, se "atocinan" viendo los inefables canales de televisión generalista que hay en España o se inventan dolencias para chantajear emocionalmente a sus descendientes.

Uno de los problemas de la edad madura es que la actividad vital normalmente decrece. Se tiene menos vida social, por supuesto laboral y puede incluso que familiar (siempre hay excepciones). Y por tanto una de las mejores soluciones para paliar esas carencias son recurrir a las vivencias de los demás: pero no a través de las cámaras de Gran Hermano, ni poniendo un vaso en la pared que da al vecino para escuchar sus conversaciones. No: viviendo los dilemas de los personajes de una buena novela, asistiendo a sus amoríos, decepciones, triunfos, miserias y demás retahíla vital. Y haciéndolo además al ritmo irrepetible que otorga una buena lectura (que es el tuyo, tu ritmo, tu cadencia, deteniéndote aquí o allá, donde quieras, sin cortes publicitarios ni adaptaciones o necesidades del guión televisivo o cinematográfico), haciéndolo en el sofá, en un parque del banco (al solecico), en una cafetería (ante un cortado descafeinado de máquina), en una de las innumerables bibliotecas que hay repartidas por la ciudad (por ej, la Mariano de Pano en la calle Capitán Portolés, dotada de todo tipo de literatura, revistas, prensa, enciclopedias, etc...), haciéndolo incluso si uno está hospitalizado (y su dolencia se lo permite, claro) o si uno va a visitar a un hospitalizado (incluso se le puede leer en voz alta, esa práctica tristemente desaparecida tras la aparición de los transistores), haciéndolo incluso si uno es sordo, o mudo, o ciego.

Al decodificar las palabras escritas revitalizamos la vida que encierran y dejamos que transcurra en nuestra imaginación. Vivimos pues más intensamente, experimentamos sentimientos que tal vez el destino nunca habría dispuesto ante nosotros.

Saludos
Alumnator

Javier dijo...

Buenas, ya hacía dias que no firmaba, pero sí que seguía pasandome por aqui. El tiempo no da para mucho, como dice la primera frase de la lectora anónima, no hay tiempo para hacer todo lo que queremos...

Desde mi visión de estudiante, lo único que leo son cosas relacionadas con mis estudios, tengo que esperar al verano para poder leer otro tipo de libros, y si son buenos, no vuelven a las estanterías, ya que se los paso a familiares o amigos...

Estas dos afirmaciones de mujeres de entre 45 y 65 años se pueden adaptar a estudiantes también.

Creo que la mejor forma de animar a los demás a la lectura es predicando con el ejemplo.

Un saludo.

PD: Me tiene intrigado quién es Javi Monzón, Si lees esto pasate por mi blog, también soy de Monzón.

Un saludo.

Enrique García dijo...

Jabi Monzón es el autor de este excelente relato:
Veáse http://egarciaunizar.blogspot.com/2007/08/un-relato-divertido.html