viernes, 7 de septiembre de 2012

Decálogo de la elocuencia

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  1. Domina el argumento, las palabras llegarán por sí mismas (Cicerón). Es decir la clave es prepararse cuidadosamente. Lo que permitirá contestar a las preguntas del público.
  2. Preparar un guión o el discurso completo. Evitar aprender el texto de memoria. Haz una prueba general, fijando bien sobre todo el inicio y el final del razionamento.
  3. Establecer palabras clave para cada punto. Serán útiles para mantener el ritmo y os ayudarán a exponer con orden.
  4. El tono y la actitud deben ser confiados pero no demasiado coloquiales. Mantener una posición recta, sonriente, no hacer visible el nerviosismo.
  5. No huir del contacto visual con el auditorio, ni fijar la mirada exclusivamente en una sola persona ya que hace que los demás se sientan excluídos.
  6. Moderar la velocidad. Se puede llegar a 120 palabras al minuto, pero los discursos más efectivos son los de 60 palabras. Ir pausadamente en aquellos pasajes importantes o que se quieren destaca.
  7. Personaliza el discurso. Reforzar las ideas con anécdotas, con pequeñas ironías no invasivas. De este modo, se interesa al público por lo que se está contando y se predispone a prestar atención.
  8. Usar un lenguaje simple, en grado de evocar metáforas. No hay que ser demasiado técnico, abstracto o usar jerga.
  9. Si es posible, usar instrumento de apoyo: imágenes, gráficos.
  10. Acabar cuando todavía existe interés. A las  primeras señales de distracción, pronuncia aquella fatídica frase: "Y para concluir..."

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