Estamos solo a una hora y media de Hilldesheim, por motivos de agenda debemos llegar a partir de las cuatro de la tarde por lo que podemos aprovechar esta mañana tranquila y soleada para visitar de nuevo el casco histórico de Bremen.
Nos dejamos de ver el barrio Böttcherstrass. Ayer, pasamos junto a él pero hay tantas obras, vallas, andamios, que no lo percibimos. Se trata de un lugar construido por un mecenas Ludwing Roselius entre 1922 y 1931. La historia de este barrio se remonta a la edad media cuando era punto de conexión entre la Plaza de Mercado y el rio Wasser (la originalidad alemana es brutal irónica, puesto que sabréis que Wasser significa agua en alemán). En 1936 Hitler critica en la conferencia de Nuremberg la cultura del Böttcherstrass. Durente la gran Guerra es casi destruido y en el año 1954 se reconstruyen las fachadas por Kaffee HAG y se precisaron nuevas acciones restauradores a finales del siglo XX. En la actualidad, pertenece a la Fundación Bremer Sparer-Dank.
Ahora es una zona turístico comercial con ciertos encantos como un museo, la oficina municipal de información (siempre es interesante preguntar y dejarse inundar de su amabilidad), bares y tiendas de artesanía en la que se puede ver desde el exterior a los artesanos trabajando desde el orfebre hasta uno que elabora piruletas gigantes. Esta transparencia y profusión de ventanales supongo que tiene que ver con la transparencia luterana. A determinadas horas, las 12 del mediodía es una de ellas, un carrillón suena en lo alto del edificio de la oficina municipal.
Camino a Hilldesheim, volvemos a contemplar la fachada de la estación ferroviaria de Bremen. En el interior, multitud de paneles informativos aunque conviene tener la App de los ferrocarriles alemanes para saber andenes, horarios y retrasos. Parece que nuestros trenes en Alemania están gafados porque hoy también padecemos un ligero retraso por lo que al llegar a Hannover, hemos perdido nuestro enlace y debemos esperar al siguiente. Éste coincide con la hora de salida de los trabajos de esta zona metropolitana y con ser viernes. En consecuencia, debemos hacer el recorrido en pie y rodeados de bicicletas, patinetes eléctricos y coches de bebé: ¡Qué horror!
Pero al final del viaje, tenemos premio: una niña de tres años y un niño de año y medio nos reciben con sonrisas y con abrazos.