Mientras veo la interpretación de Emma Suarez en la serie de TV Néboa cuando aparece muerta su hija, me viene a la mente esa misma situación cuando era Decano y tuve que acudir a dar el pésame a los padres de una alumna.
La reflexión de esa circunstancia me lleva a no desear que dicha situación se produzca en mi vida. La muerte nunca es bien recibida, pero cuando fallecen los familiares de más edad, incluso nuestros padres, siempre podemos consolarnos con la ley de la naturaleza. Pero cuando se produce a la inversa, no hay consuelo posible.
Has protegido a tu prole desde que eran cachorritos, la has protegido de sus trastadas de niño, has sufrido cuando han salido solos, cuando han salido por la noche y has permanecido despierto hasta que no has oido la llave cuando regresaban.
Cuando aquel uno de septiembre me indicaron que una alumna había fallecido en accidente de tráfico de vuelta de vacaciones y que se trataba de unos maestros colaboradores de las Prácticas de la Facultad, sabía que iba a ser duro acudir al Tanatorio. Nada comparable con el dolor que rezumaba la madre cuando cogí sus dos manos intentando insuflar la poca fuerza que yo mismo no tenía.
Deseo que mis lectores no sufran esa circunstancia. Y los que la hayan sufrido, mi solidaridad con su permanente dolor.