Este año he repetido en la "persecución" de los ciclistas del Tour de France (Le Tour).
Como en la edición anterior, he escrito la crónica diaria de mi experiencia: mis vivencias y mis sensaciones.
En la edición actual había dos novedades importantes:
A) Me acompañaba, además de mi hijo Ales, mi hermana y mi cuñado.
B) El vehículo utilizado era un poco más grande: más alto, más ancho y más largo.
Esta edición pasaba primero por los Pirineos y luego fue a los Alpes. Nosotros, como en el 2018, aprovechamos por pasar por la ville de Bedarieux, donde nació nuestro padre en 1918.
A partir de hoy, con jornada de descanso los lunes, como ocurre en el Tour, subiré la crónica diaria. Y aunque a algunos de los amigos habéis recibido algunas fotografías por el grupo de What, espero que la crónica os resulte de interés.
Como el año pasado, es un relato descriptivo pero a la vez reflexivo sobre lo que significa la experiencia. Incluso, sin ánimo de ser pretencioso, algunas cuestiones se acercan al pensamiento filosófico, antropológico o sociológico; porque Le Tour es eso y más.
Si este año he esperado a mi vuelta a casa, no ha sido sólo por las recomendaciones de las Fuerzas de Seguridad de no revelar el lugar donde nos encontramos; sino también porque la cantidad de público que acude a cada una de las etapas no permite ni enviar un mensaje de Whatapp. La autopista informática se colapsa como las autopistas y las carreteras físicas.
Espero os guste.
sábado, 13 de julio de 2019
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