El texto me lo envio Carmen Lavilla (alumna de Psicopedagogía). Gracias por llenar hoy viernes el blog con tu reflexión.
La vitalidad que me acompañaba al despertar había desaparecido y en su lugar una honda angustia se había instalado en mi pecho que me oprimía y me impedía ser feliz.
La tristeza y el desaliento raro era el día que no me visitaran, dejando en mí una gran inseguridad.
La autoestima se fue.
Un día, sin esperarlo, cayó en mis manos. Sus páginas fueron como palomas mensajeras de buenos augurios.
La comprensión me susurró al oído y después de escucharle me metí en mi cocina interior y decidí elaborar una receta que me ayudara a ser feliz.
Lo primero que hice fue lavar mis manos de malos recuerdos con el agua limpia y refrescante de aquellas relaciones enriquecedoras y de esos acontecimientos gratificantes del pasado.
Me coloqué el delantal de la ilusión para no mancharme con el rencor y las emociones negativas. Lo até con el lazo de la esperanza a mi cintura y me dispuse a elaborar mi receta:
El primer ingrediente no me costó mucho encontrarlo: un pensamiento positivo.
Lo coloqué con cuidado en la olla y decidí acompañarlo con un toque de humor.
Acerqué el guiso al fuego y busqué más ingredientes.
Escondida en un cajón encontré un poquito de alegría, la cogí con mis manos limpias y la introduje en el guiso.
Esperándome en una cajita estaba la confianza en mí, ya me quedaba poca, así que tuve que emplearla toda.
Con la motivación fui mezclando los ingredientes, teniendo cuidado de que no se quemaran.
Al calor del fuego fueron creciendo los pensamientos positivos, ¡ya no tenía sólo uno, éste se había multiplicado!.
El guiso ya estaba casi listo y decidí probarlo: ¡hum! resultaba un poco insípido.
Añadí media cucharadita de satisfacción y toda la voluntad que tenía. Entre los tarritos de especias encontré un buen propósito.
Para darle un toque especial añadí unas gotitas de amor y lo presenté a la mesa.
El aspecto era estupendo y su olor maravilloso.
Bauticé a mi guiso con el nombre de Optimismo y desde entonces no he dejado un solo día de saborearlo.