Amanece con un tímido sol pero con el cielo azul y despejado, por eso nos lanzamos a una excursión hasta el palacio de Drottningholm a las afueras de Estocolmo al que podemos llegar utilizando nuestro pase de los transportes públicos: metro con transbordo en T-Centralen y luego un autobús que se encuentra a pocos pasos de la salida del Metro. Todo muy bien organizado.
El metro primero circula de forma subterránea, pero el paso entre islas lo hace por puentes al exterior. Después de varias paradas comienza a circular al aire libre. Discurre por un paisaje nevado que, en ocasiones, se trata de un bosque con la nieve inmaculada.
En la parada de Brommaplan, nos apeamos para alcanzar el autobús 176. Hace frío, pero el autobús como estaba previsto llega a los dos minutos al anden F. Vamos charlando plácidamente y cuando nos damos cuenta nos hemos pasado de la parada de Drottningholm. Sonamos al timbre para bajarnos en la parada siguiente, pero al llegar a la parada siguiente, el autobús se detiene pero la puerta no se abre. La conductora ha decidido amablemente que es mejor que nos apeemos en la parada siguiente desde la que podremos alcanzar los jardines del Palacio a través de un recorrido más seguro y más agradable que caminando por la carretera.
Así que nuestro error y la amabilidad de la conductora nos permitió realizar un paseo por un bosque solitario, nevado y ver por el exterior el Pabellón Chino del siglo XVIII patrimonio de la humanidad. Se trata de una pequeña residencia que fue regalo a la princesa Luisa Ulrica como regalo de bodas.
También hemos equivocado la hora de apertura del Palacio, no es a las 10 sino a las 12, pero los jardines nevados están abiertos. Hubiera sido mejor verlos en primavera porque son de estilo versallesco, pero era la oportunidad que teníamos. Siempre me ha sorprendido la falta de controles policiales y de barreras protectoras de las residencias de la monarquías escandinavas. Solo un guardia dan vueltas alrededor del perímetro del Palacio.
La visita al interior del Palacio no es muy recomendable porque hay que pagar 140 coronas y se trata de la visita a unas pocas habitaciones atestadas de cuadros y cuyo único interés personal fueron las estufas de cerámica que existían en casi todas las habitaciones.
Organizamos una vuelta al museo de Skansen, el tiempo sigue siendo soleado y se trata de un parque etnológico al aire libre. A pesar de la distancia y tener que deshacer todo el camino, conseguimos regresar en poco más de media hora después de saltar de un autobús (con espera amable del conductor para estos turistas que llegan en el último minuto y cuando está a punto de partir) a una linea de metro y de esta a un tranvía que nos deja a las puertas del Parque.
“Skansen es el primer museo y zoológico al aire libre en Suecia ubicado en la isla Djurgården en Estocolmo, Suecia. Fue inaugurado el 11 de octubre de 1891 por Artur Hazelius (1833-1901) para mostrar el modo de vida en las diferentes partes de Suecia antes de la era industrial. En Skansen, hoy hay alrededor de 140 edificios de Escandinavia, de los cuales el más antiguo es Vastveitloftet del siglo XIV. (…) Hazelius se dio cuenta de que la sociedad sueca estaba cambiando. Durante una visita a la provincia de Dalarna en el verano de 1872, notó la rapidez con que se estaba produciendo la transformación. Comenzó a recolectar ropa, utensilios domésticos, muebles y herramientas de mano de la antigua cultura agrícola: todo lo que necesitaba ser preservado para la posteridad”.
En algunos edificios, una persona ataviada de la época da explicaciones sobre la vida en la Suecia del siglo XIX y primera mitad del siglo XX: tienda, casa rural, casa urbana, imprenta, etc.
También podemos ver la fauna sueca: un oso aletargado hasta la primavera, búhos hartos de turistas, alces tímidos y esquivos, focas haciendo gracias con su entrenadora, etc. Interesante si vas con niños.
Cierra a las 17 horas por lo que tenemos tiempo para pasar a ver en otra isla el Museo de Arte Moderno. Así, vamos a utilizar el cuarto medio de transporte del que tenemos derecho con nuestro pase: el barco.
Domingo por la tarde, huele a lunes. La ciudad bulliciosa que hemos disfrutado durante el fin de semana, se va apagando. Las numerosas calles peatonales y los establecimientos se vacían casi de forma inmediata. Mañana, hacemos un cambio de hotel por lo que decidimos cenar y recogernos para preparar un lunes que pronostican con nieve y lluvia. Y aquí las predicciones meteorológicas se cumplen como el horario de los transportes públicos: puntuales.