ARTÍCULO
PARA GENTE DE ÉXITO
Kevin H. Siepel [ es mi cuñado]
Para empezar, digo que soy una persona normal
a quien le gusta escribir. No soy
“escritor”. Pero en cuanto he
tenido éxito en escribir y publicar, estoy contento de hablar de ello. Perdone mis fallos de español, que no
es mi primera lengua.
Conquistador
Voices es mi libro más
reciente, y tal vez era lo mas difícil de escribir. Digo esto porque los acontecimientos de este libro tomaron
lugar en tiempos tan distantes y entre culturas tan ajenas de las nuestras,
osea, las de los españoles y de los indios. A menos que haya pasado la vida en estudiar estos tiempos,
es casi imposible imaginar como era la vida de aquellos días—ya sea para los
nativos americanos o para los europeos, sus “descubridores”.
Al contrario de lo que se cree en general, no
se escribe un libro de no ficción necesariamente para instruir o divertir, sino
para aprender. Los actos de
investigar y poner los resultados por escrito de una manera metódica y, se espera,
interesante, es ciertamente el modo mejor de absorber datos históricos y
comprenderlos. Este era por cierto
mi caso, quien, al principio de este proyecto, no sabía nada de los
conquistadores excepto lo que se estudia en el colegio.
Escribir un libro exige un cierto grado de
confianza en sí mismo, pero además exige un fondo de experiencia de lector y
bastante práctica en enlazar frases una a otra de una forma atractiva a los
lectores. Más importante, se exige
una disposición de reescribir, y reescribir, y reescribir—un proceso parecido a
lijar una tabla de madera hasta que sea lisa como cristal, o abrillantar una
piedra hasta que reluzca.
Yo no adquirí las habilidades de moldear y
pulir las frases antes de la mitad de mi vida. De joven, no leí casi nada y escribí lo mínimo que se exigió
para avanzar al próximo grado.
Mucho más prefería recorrer el bosque con mi perro, pescar, construir
radios o modelos de aviones, o jugar béisbol. Me parecía aburridísimo el leer. No obstante, en mis años veinte empecé a darme cuenta de la
gran profundidad de mi ignorancia, y entré en un programa serio de lectura en
ficción y no ficción el cual me ha durado la vida entera. Pero la idea de escribir—la noción de
escribir para publicación—no se me ocurrió hasta mis años treinta. Sin embargo, descubrí pronto que el
escribir para publicar y el publicarse en realidad eran cosas muy
distintas. Durante casi una
década, fue rechazado todo lo que escribí. Pero a fuerza de perseverancia, empezó
a cambiar esta situación. Aprendí
gradualmente a escribir un párrafo aceptable, y poco a poco comenzó a ser
aceptado mi trabajo—primero una biografía de un bien conocido guerrillero
sureño de la guerra civil americano, y entonces un libro sobre un pionero
neoyorkino, estos dos libros tomando su lugar en un tejido de ensayos, poemas,
y artículos publicados sobre varios temas que me interesaban. Luego comencé el trabajo de Conquistador Voices, una idea que había
considerado durante años.
A lo mejor no me habría interesado mucho la
Conquista, sino por un evento particular de mi vida. Un día soleado de mayo, hace muchos años, conocí a bordo de
un tren en Suiza a una española llamada María Carmen García Pascual, y al
próximo año nos casamos. Cierto es
que nuestro casamiento y nuestros años juntos ha sido la causa de mi interés y
mi conocimiento profundizando en la historia y cultura de España, tanto como mi
conocimiento imperfecto, pero aumentando, del idioma español. Estos varios filamentos de la vida
entonces, trenzados juntos, aumentaron en gran medida la probabilidad que algún
día escribiría algo sobre un tema español.
Puesto que se publicó Conquistador Voices solo recientemente, queda por verse su éxito,
pero desde el punto de vista de satisfacción personal, ha valido la pena. Me ha dado un sentido de logro, no solo
porque he tenido que submergirme tan profundamente en estos eventos durante
siete o más años (con tiempo libre para remodelar parte de nuestra casa) sino
también porque, en el último momento, tenía que ser no solo escritor, pero
también traductor bien enfocado.
Muy tarde en el proceso, descubrí que no podía usar las traducciones de
cuentos originales que había seleccionado, pero que tendría que traducir los
materiales originales por mí mismo.
Había dos razones por esto: (1) el costo de usar traducciones existentes
con derechos de autor eran exorbitantes, y (2) llegué a ver que, haciendo mi
propia traducción, tendría la oportunidad de dar a las palabras antiguas en
español e italiano un sonido más moderno.
Por eso, cerca del final del proceso, pasé cuatro meses en traducir,
casi día y noche. Como resultado,
el proyecto era más viable economicamente, y resultó en un paquete de
traducciones más en consonancia con el uso moderno. Creí que, en algunos casos, mis traducciones eran aún más
exactas que las traducciones existentes.
Hacer investigaciones y escribir, como se
sabe, son actividades solitarias.
Hay que aislarse si se quiere realizar algo. De vez en cuando hay que rechazar los compromisos sociales o
evitar las tareas de casa. Había
muchos días en que mi esposa me vio solamente a las horas de comer. No obstante, me ha apoyado
completamente durante este proyecto, igual que mi hermano Tim, el cual leyó e
hizo comentario constructivo en todo el escrito. Nuestra hija Cristina sugirió el título del libro. Nuestros dos hijos Benjamin e Ian, con
sus esposas, sostuvieron su interés por el proyecto entero. He logrado tener una vida social
mínima, y mantener la casa.
¿Por qué les digo todo esto? Pues, para animarles. Es decir que, si tiene su propio sueño
que le gustaría realizar y poner por escrito, inténtelo. Puede ser unos pocos párrafos sobre un
suceso de su vida, o una pieza más larga—quizás un libro—sobre algún tema que
le interese, alguna cosa que usted sienta necesidad de decir. Investíguelo a fondo y empieze a
escribir. Pero ¡ojo! Su primer ensayo probablemente será de
baja calidad. En este punto dígase
que el esfuerzo este no es más que un principio, e inténtelo de nuevo. No se desánime. Trabaje. Inténtelo de nuevo, otra vez, y otra vez—trate de ponerse
fuera del escrito, trate de ver el escrito desde el punto de vista del
lector—hasta que su obra sea lo más pulida posible. (Si escribe usted en inglés, consulte el librito excelente
por Strunk y White, The Elements of Style.) Entonces déselo a uno o dos amigos—no
más—para leer, personas en cuyo juicio tiene confianza. Revíselo una vez más, pero no acepte
todas las sugerencias de sus críticas.
Elija las que parecen mejores.
La obra es suya, y no de ellos.
Cuando llegue al punto de saber que no se
puede hacer más, cuando llegue a sentir que efectivamente ha producido un
diamante, estará contento. Si su
“diamante” brilla con suficiente luz que se puede publicar y leer, estará aún
más contento.