martes, 6 de septiembre de 2016

Profesor de verano

A continuación corto y pego el mail de una estudiante recibido el 10 de agosto y mi respuesta dos días más tarde, para conocimiento de la opinión pública en general.

El 10 ago 2016, a las 22:16, A.L. escribió:

Buenas noches Enrique, soy A.L., me pongo en contacto (tan tarde porque quería revisar el documento otra vez) porque finalmente he aprobado las dos últimas asignaturas que me quedaban para terminar el grado, y tengo el TFG listo para presentarlo en la convocatoria de septiembre. He visto que el plazo máximo para entregarlo es el 5 de septiembre, pero no sé si tengo que llevártelo al despacho impreso, si te lo envío mejor por mail... Espero tus instrucciones. Pasa buen verano, un saludo y gracias por tu atención.
Firmado: A.L.
Estimada A.:
Me envías tu mensaje el 10 de agosto. Por si no lo sabes, es el Día de San Lorenzo y, aunque no soy de Huesca, estoy de vacaciones; incluso la Universidad está cerrada estos días.

Supongo que la comunicación de que habías aprobado las asignaturas, la recibirías hace un mes aproximadamente. Así que, como soy un "mal profesor", de esos que se critican, que tienen muchas vacaciones, etc. Etc.; aceptaré que me envíes tu trabajo vía email para revisarlo y que puedas presentarlo el día 5 de septiembre si me parece suficiente para hacerlo.

Disculpa mi ironía, pero me pareció inoportuno recibir este email mientras contemplaba las estrellas fugaces.

Enrique García
Decano de la Facultad de Educación
Universidad de Zaragoza.

Enviado desde mi iPad



lunes, 5 de septiembre de 2016

Cuando venga a buscarme la parca

Esta Reflexión llega:
A. Quizás por mi pesimismo congénito.
B. Quizás por no tener a nadie que me diga “hijo”, lo que me invita a pensar que en la cadena natural soy el siguiente.
C. Quizás porque acontecimientos cotidianos te invitan a pensar en la muerte: Somos el único animal puede pensar en ello.

Últimamente, lo relaciono con mi condición de ateo y de la actitud de los cristianos.
Como ateo debería pensar que los únicos que sufren son los que se quedan y no debería tener miedo a la muerte. Pero tengo miedo al cambio.
Por otra parte, pienso que si fuera creyente tampoco debería tener miedo porque me espera la vida eterna, en algunas creencias hasta con valquirias incluidas. Pero compruebo como las personas creyentes, muy creyentes, también tienen miedo a la muerte aunque sean conscientes de que ya acabó su labor en este mundo y los que se quedan sentirán la pérdida pero no tanto como si fuera la de un hijo y percibirán esa muerte como algo natural que encajarán del mismo modo.

Es decir, que no sé si seguir siendo ateo o abrazar la fé de la religión en la que por tradición me inscribieron.

Dos hechos me invitan a profundizar en la reflexión:

- La pérdida de un hijo como algo antinatural
- La pérdida de la condición de hijo o hija.