Una cuestión no resuelta en España es la sintonía entre la formación inicial y la formación permanente. Desde la llegada de la democracia, las reformas de los niveles no universitarios van por un lado y las reformas del nivel universitario van por otro. En ocasiones, esta situación puede constatarse en la existencia de dos ministerios distintos: uno para educación y otro para universidades y tecnología. Por eso, los planes de estudio que atienden la formación inicial del profesorado no están coordinados con los objetivos de los programas de formación permanente.
La universidad vive de espaldas a los niveles educativos no
universitarios y no asume plenamente que le asignaron la formación del
profesorado de todos los niveles educativos hace cuarenta años. La implantación
del “plan Bolonia” ha aportado un cierto interés por cuestiones didácticas como
son los resultados de aprendizaje, la metodología o la evaluación.
Pero, en la otra parte, los ministerios de educación asumen la
obligación de la formación permanente de su personal, pero no consideran que
deberían consensuar, dialogar con la Universidad para que la formación inicial
no fuera obsoleta o contradictoria con las necesidades del sistema escolar.
Las estrategias para alcanzar esta coordinación son factibles y
detectadas pero falta la voluntad política y administrativa para ponerla en
marcha. A través de profesorado asociado, a través de las prácticas, a través
de la organización de jornadas conjuntas de “buenas prácticas” docentes, etc.
sería factible aproximar a ambos colectivos de profesorado: el universitario y
el no universitario ya que en la actualidad el clima es de desconfianza por
desconocimiento.