Un fin de semana en Santo Domingo de la Calzada rememora mis ansias de hacer el camino de Santiago.
Santo Domingo es el de la catedral donde hay un gallinero y una gallina en homenaje al preso que resucitó después de bajarle de una horca.
La gallina debía estar en la compra |
La estancia en el Parador resulta muy conveniente para quienes tengan problemas de movilidad pero también para quienes gusten de tener todo a mano: la catedral, el casco antiguo y el propio parador. El paseo por sus estancias: salones, pasillos, escaleras, techos, etc. son como si estuviéramos de visita turística. La propia habitación resulta espaciosa y sirve para trasladarnos a época medieval.
En la catedral asistimos a una interesante visita nocturna que comienza con un documental proyectado sobre el retablo de Damian Forment. Sí, el mismo artesano que el del Altar Mayor de la Basílica del Pilar. Luego continua con una explicación en torno a como los claustros y las iglesias fueron utilizados como cementerios hasta que unas sospechosas muertes en Pasajes hicieron que el gobierno del civilizado Carlos III prohibiese los enterramientos en estos lugares.
Siguiendo con la explicación de las catedrales como recintos funerarios, el guía nos indica que las capillas que rodean a las naves catedralicias son panteones de las familias adineradas que los construyen a cargo de su propio peculio en edificaciones adosadas, que les colocan una verja alta para proteger las riquezas que se encuentran en el interior (cálices, pinturas, retablos, etc.) y que indican con su escudo la naturaleza privada de pertenencia de aquel espacio.
Con un sistema arcaico de pulsera (9 euros en la catedral y 5 euros en la oficina de turismo) se pueden visitar además de la Catedral, otros tres monumentos en la ciudad: la torre de 69 metros alcanzable hasta el campanario tras 123 escalones alberga un interesante museo del reloj; la ermita de Nuestra Señora de la Plaza en la misma plaza, valga la redundancia; y también el Convento de San Francisco donde se encuentra enterrado un preboste, Fray Bernardo de Fresneda que fue confesor de Carlos I y de Felipe II entre otros cargos, además de Arzobispo de Zaragoza. En este Convento hay otro Parador con una estrella menos y del que todavía no puedo opinar.
La proximidad de edificios a visitar y la existencia de innumerables lugares de restauración, así como algunos soportales, hacen que la lluvia no sea un impedimento para visitar Santo Domingo. Incluso, la noche, la lluvia y el brillo de las piedras del pavimento nos envuelven en una atmósfera de época medieval.