- Domina el argumento, las palabras llegarán por sí mismas (Cicerón). Es decir la clave es prepararse cuidadosamente. Lo que permitirá contestar a las preguntas del público.
- Preparar un guión o el discurso completo. Evitar aprender el texto de memoria. Haz una prueba general, fijando bien sobre todo el inicio y el final del razionamento.
- Establecer palabras clave para cada punto. Serán útiles para mantener el ritmo y os ayudarán a exponer con orden.
- El tono y la actitud deben ser confiados pero no demasiado coloquiales. Mantener una posición recta, sonriente, no hacer visible el nerviosismo.
- No huir del contacto visual con el auditorio, ni fijar la mirada exclusivamente en una sola persona ya que hace que los demás se sientan excluídos.
- Moderar la velocidad. Se puede llegar a 120 palabras al minuto, pero los discursos más efectivos son los de 60 palabras. Ir pausadamente en aquellos pasajes importantes o que se quieren destaca.
- Personaliza el discurso. Reforzar las ideas con anécdotas, con pequeñas ironías no invasivas. De este modo, se interesa al público por lo que se está contando y se predispone a prestar atención.
- Usar un lenguaje simple, en grado de evocar metáforas. No hay que ser demasiado técnico, abstracto o usar jerga.
- Si es posible, usar instrumento de apoyo: imágenes, gráficos.
- Acabar cuando todavía existe interés. A las primeras señales de distracción, pronuncia aquella fatídica frase: "Y para concluir..."
viernes, 7 de septiembre de 2012
Decálogo de la elocuencia
zzz
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