viernes, 18 de marzo de 2022

Oslo: el Nobel de la Paz

 En nuestro último día, el cansancio se acumula. Decidimos pasear por algunos de los barrios alrededor del hotel que nos han señalado como interesantes: 

Damstredet y Telthusbaken son dos empinadas calles donde se conservan las antiguas casas de madera coloreada de los barrios pobres de Oslo de principios del siglo XX. 


- Vulkan, se trata de una zona industrial de un antiguo mercado y sus almacenes que actualmente, como ocurre en otras ciudades europeas, se ha reconvertido en zona de ocio y restauración, así como algún espacio que se dedica a la realización de actividades culturales.


“En el anteriormente industrializado flanco del rio Akerselva, se levanta ahora uno de los proyectos urbanísticos mas interesantes de Oslo. La arquitectura innovadora y respetuosa con el medio ambiente define esta barrio, caracterizado por su sostenibilidad, por ejemplo en su centro de energía con pozos geotermales de 300 metros de profundidad, y un edificio de oficinas cuyo exterior lo define visualmente su sistema solar de calentamiento de agua.

Vulkan reúne una amplia variedad de empresas y particulares, además de dos hoteles, colegios, el primer centro de cultura gastronómica, oficinas, centros culturales, restaurantes y apartamentos. En el año 2014 también incorporaron abejas con la colocación de dos enormes colmenas diseñadas por el estudio de arquitectura Snøhetta”.

- Caminando por parques y calles residenciales, llegamos a Grünerlokka que ahora visitamos a la luz del día. Es un barrio tranquilo y asomamos nuestras cabezas a una Iglesia donde comprobamos un grupo de personas reunidas. Las iglesias protestantes utilizan el templo como lugar de encuentro y reunión.

El tranvía nº 12 nos conduce desde Grunerlokka hasta el Parque Vigeland: un parque salpicado de esculturas y bajorrelieves de bronce que se inspira en acontecimientos de la vida cotidiana, evocando momentos como el nacimiento, la infancia, la adolescencia, el primer amor, la madurez, los hijos, la familia, la vejez y la muerte. Desde la entrada puede contemplarse el Monolito que es un bloque único de granito que se alza sobre una plataforma octogonal escalonada, tiene 17 metros de altura, y está esculpido con 121 figuras humanas desnudas y entrelazadas. 

Tras un breve Fika para coger fuerzas y calor en una cafetería, nos acercamos al Centro a través de los Jardines del Palacio Real. Como en todos los países escandinavos, me sorprende las laxas o discretas medidas de seguridad que poseen estas residencias monárquicas.

El día anterior llegamos tarde al Museo del Nobel de la Paz, nos apresuramos a visitarlo. La paradoja que hoy 24 de febrero, es el día en que Putín invadió Ucrania. El museo recoge todos los premiados con el Nobel y de nuevo la coincidencia de que el último, el correspondiente a 2021, fue concedido a los periodistas María Ressa, de Filipinas y Dmitry Muratov, de Rusia, por sus "esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión que es una condición para la democracia y la paz duradera”.

Nuestra última cena la hacemos sencillamente porque hemos olvidado que era jueves y aquí no hay “juevepincho” sino que los noruegos salen a cenar y previamente reservan por lo que todo está completo.

miércoles, 16 de marzo de 2022

Oslo: la ciudad de Munch

Parece que Oslo hace más frío que en Suecia o sus desiertas calles a primera hora de la mañana dan una percepción de frío mayor. Por eso, a las diez menos diez, hora de apertura del Museo, ya estamos en la puerta cumpliendo los requisitos de obtener el ticket, gratis con nuestro pase, y dejando todas las pertenencias en la taquilla correspondiente.

Es una comodidad poder dejar la pesada y engorrosa ropa de abrigo en una taquilla para la que no hay que buscar moneda ya que o bien funciona con clave o con una pequeña llave gratuita. Incluso, en algunos casos puedes dejar la ropa colgada sin ningún tipo de custodia.


El Museo de Munch, el del famoso cuadro del grito, se encuentra ubicado en un nuevo edificio, diseñado por el estudio español Herreros Arquitectos, abrió sus puertas el viernes 22 de octubre de 2021. Sus obras, algunas grandiosas, merecen la visita a la ciudad de Oslo. Hay que añadir las terrazas cerradas y acristaladas desde las que se divisa una magnífica panorámica del puerto y de la ciudad.


La siguiente visita es al Ayuntamiento de Oslo donde se entregan el premio Nobel de la Paz y donde podemos contemplar la inmensa magnitud del atrio que se convierte en la sala de la ceremonia.



La comida en el Pastis Bistrobar un restaurante junto al puerto.Elegimos uno de los platos típicos: MOULES con PATATAS FRITAS (Mejillones a la crema con romero y patatas fritas con parmesano)


Cuando salimos, intentamos llegar a ver la Fortaleza de Akershus. Caminamos por la orilla del puerto a pesar de que sopla un viento helador que nos obliga a refugiarnos detrás de algunos edificios. En esta temporada, casi todo está cerrado: restaurantes, museos. O bien están en obras de remodelación, como ocurre en la Fortaleza, donde sólo podemos ver el Museo de la Resistencia.  Un interesante museo, homenaje de la resistencia noruega ante la invasión nazi, pero que nos resulta poco emotivo en la lejanía. Como ocurre en otros de los museos visitados, la información textual es abundante y prolija.


Para la cena, nos adentramos en el barrio de Grünerløkka que se encuentra enfrente de nuestro hotel, sólo es necesario cruzar el puente sobre el rio. 

 ¿Quién dijo que después de las seis en Noruega no hay vida? Nos cuesta un poco encontrar sitio en un local. Se trata de la pizzería “Villa Paradiso”

 ¿Por qué Italia ha sabido exportar su pizza a todo el mundo y España no lo haya conseguido con la tortilla de patata con o sin cebolla?


Dopo cena, no nos atrevemos a aventurarnos en entrar en algún local de copas por sentirnos un poco fuera de lugar y porque el alcohol tiene el precio de nuestro presupuesto diario. Así, que peleando frente al viento gélido, nos volvemos a nuestro refugio hotelero.

lunes, 14 de marzo de 2022

Viaje a Oslo: la llegada

El viaje de Estocolmo a Oslo es un paseo de poco más de una hora. Esta despejado y desde diez mil metros el territorio resulta curioso porque el suelo nevado tiene un aspecto grisáceo como resultado de las coníferas o quizás de un sol que incide de forma tangencial. Nos sorprende la facilidad de la circulación por el espacio Schengen y por estos países, donde no nos han pedido nuestra identificación en ningún momento.

Del aeropuerto a la ciudad, lo mejor es el tren de alta velocidad que en veinte minutos te sitúa en el centro de Oslo.


Como es invierno y no es fin de semana no contamos con la ayuda de un free tour para conocer la ciudad y seleccionar a dónde dirigirnos y que priorizar.

Como en Estocolmo, elegimos tener una tarjeta de transportes que incluye la entrada a la museos y algunos otros descuentos en restaurantes. Pero no es conveniente porque el precio es elevado, unos 80 euros, y algunos de los museos están cerrados y la entrada son 100 NOK (coronas noruegas, 10 €) 


Nos acercamos a nuestro hotel, ANKE  donde la amabilidad y disponibilidad de la empleada no es la que hemos encontrado en Suecia. Dejamos las maletas y nos lanzamos a conocer la ciudad. 


Se acerca la hora de comida y no estamos muy acertados al buscar  un lugar adecuado a través de Internet. Pasamos por delante del Theatercaféen  y entramos.

Se trata del café junto al Teatro Nacional que es el punto de encuentro de artistas y aficionados cuando hay representación. Por su decoración y las fotografías que lo adornan merecen la pena comer allí. Tampoco olvide ir al servicio donde podrá encontrar una escultura.


Luego nos acercamos a la orilla del mar para ver la magnitud del edificio de la Opera y Ballet y arriesgarnos a subir por una rampa con algo de hielo. Está situado a la derecha del puerto. Desde 2008, muestra su exterior anguloso en blanco parece surgir del agua. Durante todo el año, sus visitantes pueden subir al techo para disfrutar de las vistas a la ciudad y al fiordo de Oslo.


La oscuridad llega pronto y las calles se vacían después de las seis de la tarde aunque los comercios sigan abiertos. Estamos junto a uno de los restaurantes que figuran con descuento en la tarjeta de transporte:  El Kaffistova No tenemos que insistir en nuestro derecho a descuento. "Elijan qué comer del menú, paguen y luego se lo servimos a la mesa". El ambiente es agradable y los grupos de personas y los solitarios se mezclan, predominan los varones.


Diariamente tienen salmón u otro pescado, albóndigas con salsa, o carne de alce. El precio es muy razonable para Noruega y puedes tomar agua de jarra gratis cuanta quieras.


En la calle, una noche fría, lluviosa, en ocasiones se convierte en nieve; invita a meterse en el calor del hotel. La perspectiva desde la décima planta de nuestra habitación es suficientemente gratificante. 


Hasta mañana.