Hay que tender a que las relaciones entre la generación adulta y la generación joven adquieran un carácter democrático puesto que las actitudes autoritaria y paternalista generan dependencia y subordinación.
Hemos pasado del autoritarismo del franquismo que impregnaba la fábrica, la familia, la escuela y la sociedad al paternalismo, a la sobre-protección del hijo único (porque la economía está fatal, porque hay que trabajar para poder pagar la hipoteca, porque nos hemos casado tarde y tenemos que disfrutar como pareja, etc.)
Y claro el hijo único lo tiene todo, además sin mucho esfuerzo porque no tiene que pelearlo con el resto de hermanos, porque "si puedo, se lo doy".
Ya en otra ocasión me revelaba frente a ese proteccionismo que coloca en el mismo saco tanto a los niños explotados de la ciudades sudamericanas, como a los niños de la burguesía europea (aunque sea la del pequeño comerciante o del funcionario).
Entre todos, hemos ido construyendo una ciudadanía que piensa que sus derechos son privilegios y que para obtenerlos no es necesario la lucha y el esfuerzo. La lucha contra la dictadura del capitalismo y de los mercados y el esfuerzo frente a la tiranía de la pereza de la humanidad.
La ganadería es más descansada que ir de caza pero es necesario realizar el esfuerzo para conseguir domesticar al animal.
Frato, dibuja un anciano que le pregunta a una niña:
- ¿Y tus padres, no te acompañan?
- No, me quieren tanto que me dejan ir sola.
El miedo, ese sentimiento que nos inyectan por la televisión y los mass-media, nos impide que podamos dejar autónomos a nuestros hijos.
¿Luego, como votarán estos futuros ciudadanos sino disponen de una buena campaña propagandística?