Llegamos el viernes por la tarde con un tiempo infernal al aeropuerto de Newark, en New Jersey, pero que se puede considerar el tercer aeropuerto de New York. De este modo completo el trío de aeropuerto ya que aterrice procedente de España en el JFK, salí hacía Chicago desde el aeropuerto de La Guardia y ahora regreso desde el Oeste al aeropuerto de Newark, considerado como uno más de la Gran Manzana.
El hotel está en Brookling por lo que habrá que pasar los dos ríos que rodean Manhattan. Siempre me resulta impresionante circular por debajo de esas imponentes masas de agua que son estos ríos: el Hudson y el East River.
El hotel es The Box House, un coqueto hotel situado en una antigua zona industrial y hoy mezcla de todo, pero preferentemente residencial. Desde la habitación en la cuarta planta se puede ver, incluso acostado en la cama, los rascacielos iluminados del lado este de Manhattan incluyendo el Empire State y la Chrysler Tower, aunque esta noche la niebla, ¿o son nubes bajas?, ocultan un poco sus puntas. Por supuesto, duermo con la persiana de la ventana subida.
El sábado, como jornada completa final de nuestro periplo, nos lanzamos temprano para patear los barrios de la parte sur o downtown de la gran manzana. Comenzamos en Chinatown para verificar lo que señala la guía sobre negocios típicos, barberías, sociedad secretas y sus tiendas de comestibles en plena calle, así como el ofrecimiento de todo tipo de productos de marca por parte de mujeres que solo llevan un doble folio plastificado con las imágenes de los productos.
La siguiente etapa es el puente de Brooklyn aunque al salir de Chinatown nos tropezamos con un funeral chino con el ataúd en coche descubierto (una pik-up) y luego una retahíla de vehículos rigurosamente negros con un cartel que advierte de su pertenencia a la comitiva.
Llegar a la entrada del puente no resulta cómoda ya que NY está inundado de obras que cortan el paso a los peatones y obligan a dar prolongados rodeos.
Pensaba que esta mañana gris, aunque la lluvia nos respeta, seríamos unos locos atravesando un puente de 1825 metros (6000 pies ). Me equivocaba, la epidemia del turismo se extiende incluso por los lugares más exigentes (Si hay fila para subir al Everest, ¿cómo no iba a haber público en esta maravilla de la ingeniería y que permite hacer unas maravillosas fotos?)
Una de las guías recomienda una pizzería al final del puente. La caminata ha despertado el apetito y nuestro desayuno no fue completo. Nos dirigimos al Juliana's.
Después de comer no apetece atravesar el puente de nuevo hasta Manhattan por lo que optamos por otra opción disponible: paso en barco. Es sólo una parada y nos permite ver el puente desde otra perspectiva. En cinco minutos, nos encontramos en la zona de Wall Street. Allí puedes entrar a un almacén, el TjMax, y quizás encuentres alguna buena oferta en prendas de marca.
Volvemos a visitar la Zona Cero y el edificio comercial y de intercambio de transportes: Ocullus del español Santiago Calatrava y que nos recuerda a los edificios del Oceanográfico de Valencia.Luego visitamos el barrio residencial de Tribeca, con sus edificios y sus escaleras de incendios que hemos visto en muchas películas de Hollywood. Cerca se encuentran los imponentes y neoclásicos edificios municipales, de la Corte y federales. Este gusto por lo neoclásico parece un intento de los nuevos ricos, de la nueva “Roma”, del nuevo imperio capitalista por construirse la historía que no poseen ya que subyugaron sin mestizaje la de los aborígenes.
De vuelta al hotel pasamos por Broadway donde los entusiastas de Harry Potter de todas las edades acuden ataviados con sus trajes al musical que se representa en uno de los teatros. Igualmente, cruzamos por el Parque Bryant, nuestra primera visita del primer día en NY a las 7:30 a.m.casi desértico. Hoy, sábado a las 4:30 p.m. tiene un aspecto mucho más animado con la pista de patinaje a rebosar de personas que pasan su ocio en esta fría tarde.
Cena temprana porque mañana será un día muy largo volvemos a Europaen Le Fanfare junto al hotel en la avenida Manhattan de Brooklyn, un establecimiento donde acuden los locales, no tanto los turistas. El entorno del hotel en el norte de Brooklyn es francamente distinto al de la isla turística.