De visita en Londres, acompañado de dos sociólogos que van haciendo fotografías, observando la ciudad y los procesos de gentrificación. De vez en cuando nos detenemos ante una inmobiliaria para verificar precios de los apartamentos que justifican este proceso.
Visitamos el mercado de Broadway al que todavía no ha llegado el turismo masificado aunque, hoy sábado, está masificado por la población londinense que encuentra allí comida deliciatessen o peculiar, tradicional o de otros países, artesanías, puestos de verduras, carnes y quesos que conviven con el comercio de la propia calle. Es pequeño y recomendable.
De camino hacia la Torre de Londres, pasamos por un par de “cuadras” o “bloks” que nos parece haber viajado a Karachi o Kabul. Muchas mujeres con niqab, no burka, y muchos niños y niñas. La tez de la piel muy oscura.
En la Torre de Londres, nos encontramos muchos turistas. La margen derecha del Tamésis se ha convertido en un paseo donde los muelles se han convertido en plazas, con restaurantes y terrazas. Parece que Londres quiere imitar a la Europa Mediterranea a pesar del Brexit. Son abundantes los restaurantes italianos y si alguien llegara de otro planeta, pensaría que la pizza es tradicional de este país.
Terminamos en el mercado de Borough donde se refugiaron las personas del último ataque terrorista. Después de la cena, pinta de cerveza en el pub donde los londinenses pasan el sábado. Esta ciudad no duerme.
sábado, 11 de agosto de 2018
viernes, 10 de agosto de 2018
Volviendo a la metropoli
Vuelta del Gales a Londres. Del ambiente rural al mundo cosmopolita. De la calma a la agitación. De la soledad solitaria a la soledad masificada.
Primera etapa: conduzco con lluvia hasta Cardiff y de la agencia de alquiler me desplazo a la estación de ferrocarril. Podría haber vuelto directamente a Londres, pero el billete de ida y vuelta me va a permitir acercarme al Museo AshMolean en Oxford. Estoy duditativo si me permitirán entrar con mi maleta troley pero, aunque las guías señalan que Oxford no es una ciudad donde se pueda consignar el equipaje, existe un servicio de consigna dentro del propio museo por una sola libra.
Igualmente, las guías recomiendan una visita a la cafetería, pero las vistas no son todo lo excepcionales que se dice vamos a encontrar. Allí, un/una incivilizada ha dejado una tarrina de mermelada abierta a la que se meten las abejas, en lugar de ir a las flores que nos rodean. Es la huella anti-ecológica del turismo.
En el museo, me detengo especialmente en los impresionistas: Pisarro y su puntinismo, Renoir, Van Gogh, Manet. Desde luego que tampoco desdeño un Picasso, Matisse o Kandisky.
Me da un pequeño escalofrío con las momias. Son bellas pero me pongo a pensar que allí todavía hay un cuerpo humano, mejor dicho, un cadáver, en algún caso de niños.
De Oxford a Londres, un viernes por la tarde permite ver la salida de los londinenses de su ciudad. ¡Cuánto coche!
Llego a Colindale, donde mi amigo David me lleva a conocer el barrio y sus gentes. He llegado a la metropoli, pero cenar en un barrio de la perifería suaviza el contraste con la tranquilidad de los pueblos del sur de Gales.
Primera etapa: conduzco con lluvia hasta Cardiff y de la agencia de alquiler me desplazo a la estación de ferrocarril. Podría haber vuelto directamente a Londres, pero el billete de ida y vuelta me va a permitir acercarme al Museo AshMolean en Oxford. Estoy duditativo si me permitirán entrar con mi maleta troley pero, aunque las guías señalan que Oxford no es una ciudad donde se pueda consignar el equipaje, existe un servicio de consigna dentro del propio museo por una sola libra.
Igualmente, las guías recomiendan una visita a la cafetería, pero las vistas no son todo lo excepcionales que se dice vamos a encontrar. Allí, un/una incivilizada ha dejado una tarrina de mermelada abierta a la que se meten las abejas, en lugar de ir a las flores que nos rodean. Es la huella anti-ecológica del turismo.
En el museo, me detengo especialmente en los impresionistas: Pisarro y su puntinismo, Renoir, Van Gogh, Manet. Desde luego que tampoco desdeño un Picasso, Matisse o Kandisky.
Me da un pequeño escalofrío con las momias. Son bellas pero me pongo a pensar que allí todavía hay un cuerpo humano, mejor dicho, un cadáver, en algún caso de niños.
De Oxford a Londres, un viernes por la tarde permite ver la salida de los londinenses de su ciudad. ¡Cuánto coche!
Llego a Colindale, donde mi amigo David me lleva a conocer el barrio y sus gentes. He llegado a la metropoli, pero cenar en un barrio de la perifería suaviza el contraste con la tranquilidad de los pueblos del sur de Gales.
jueves, 9 de agosto de 2018
Castillos y Arena
Mi desayuno es inglés y no continental: huevos, bacon y salchichas con café o té, pero también cereales y mermelada y, sobre todo, una amabilidad que en las ciudades parece olvidada.
La mesa sencilla pero ved qué mantel y qué vajilla que no son de IKEA,
Mi primera parada es el pueblo que está más al oeste: St. Davids que posee una catedral con doble nave, la primera se encuentra en cuesta por la inestabilidad del terreno.
La casa del gobernador es una casa castillo. Las piedras que sirve para delimitar casa y terrenos, así como el sonido del discurrir del agua, me recuerda el pueblo de mis abuelos paternos: Güijosa (pedanía de Sigüenza)
Hay turismo pero no es tan numeroso como en Oxford y Londres y se trata principalmente de un turismo local del propio Gales.
Aprovecho para comprar un OGGIE: el alimento típico de St. Davids a base de carne de cordero, maíz, guisantes, judías, y algo más que está envuelto en una especie de empanadilla
Me paro un rato en la playa de Newcale, que se encuentra a pie de carretera. El mar se encuentra separado de ella por una duna de piedras que pienso no impedirán que en invierno el océano remoje el asfalto. Las personas hacen todo tipo de actividad incluida la de bañarse con traje de neopreno, obvio.
Sigo mi caminar hacia el Castillo de Pembroke. Un castillo con mucha historia y con muchas estancias. Los normandos, los Tudor, Enrique III, Enrique VII, la guerra civil inglesa y Cromwell son nombres asociados a este castillo.
La última etapa del día es Saundersfoot. Me recordaba las zonas turísticas españolas. A las seis de la tarde, las familias comienzan a salir de las playas para ir a comer el fish&chips en los bancos situados frente al mar. Que se trata de una actividad generalizada, lo muestran los bidones de basura completamente atestados de bandejas de pvc y de envoltorios de papel. Las gaviotas aprovechan para comer algunos de los restos. También me hizo recordar España, que el lugar con la vista más espectacular había sido invadido por una urbanización privada y un restaurante de lujo.
Y colorín colorado, la excursión de hoy ha terminado.
miércoles, 8 de agosto de 2018
Camino al sur de Gales
Para visitar Gales, he decidido alquilar un coche mejor que ir en autobús ya que los servicios no son como en las grandes ciudades.
La oficina elegida es la del Downtown, pero en este caso se encuentra en un polígono industrial alejado del Centro y los conductores de autobús no están tan habituados a los turistas como los de Londres. Pero preguntando se llega a todas partes porque los navegadores nunca se sabe si la flecha va en el sentido correcto.
Me habitúo rápidamente a la conducción del volante a la derecha ya que el año pasado en Irlanda practique por unos 4000 kilómetros.
Me detengo en el Garden National Botanic Walles. Se trata de un jardín entre lo salvaje y lo versallesco donde se cuida la conservación de especies autóctonas y de otros países. Hay muchas familias con niños que sacian su curiosidad como no lo hacen en la escuela. Quizás aquí es distinto, pero son esos niños que en la escuela permanecen callados, acatando las normas o intentando destruir la escuela; aquí pregunta por las mariposas, por lo que comen, por dónde, cuánto viven, si se juntan las de diversos colores.
Como decía en el caso de los Museos, deberíamos de aprovechar en el curriculum escolar estos lugares de aprendizaje o “centros de interpretación” como se les denomina en algunos casos. La informalidad de estos Centros estimula la curiosidad y las ganas de aprender, quizás sólo necesitan que los aprendices y los enseñantes se den cuenta de que están aprendiendo.
Tiene un estupendo mirador como podréis ver en las fotografías que acompaño. Desde un banco me parece estar ante una superpantalla. Las nubes a pesar del viento parecen no moverse, como si de un cuadro impresionista se tratara. El verde es un color relajador,, al menos para mí, y aquí se encuentran muchas tonalidades para elegir la que mas te guste.
Cierran, todo cierra muy temprano en Gran Bretaña. Y me dirijo a mi destino gracias al navegador. He elegido el Hill Farmer de Laugharne a través de Booking. ¿Por qué he llegado aquí? Ni yo mismo sabría decirlo. Intentaré enumerarlo:
1.- Quería venir a Walles
2.- Buscaba un lugar no turístico
3.-Miré en google maps y ví que la granja estaba a 800 metros del pueblo (1/2 milla)
4.-NO tenía conexión a Internet
5.-El mar estaba cerca.
Y me encontré una granja con 26 caballos que tiene un B&B. Me mostraron la habitación y las salas comunes. Todo con una familiaridad que hace sentirse bien. La puerta de mi habitación no cierra completamente pero a quién le importa si desde la ventana puedo ver la imagen que adjunto.
Pregunto por donde cenar en el pueblo y me recomiendan el sitio adecuado. El pueblo es un pueblo que tuvo un poeta y ahora trata de lanzarse con el turismo porque el Jardín Botánico está en su término municipal aunque está a unas abundantes veinte millas. Esta junto al mar pero no tiene ni puerto ni sus playas son practicables. Tampoco sirve para el surf. Pero eso le permite mantener una frescura de otros tiempos, sin los tropeles y masificaciones que se pueden encontrar en las proximidades como Pendine o Saundersfoot.
martes, 7 de agosto de 2018
¿Cómo elegir un B&B?
7 agosto 2018
Antes de salir de Oxford, aprovecho para dedicar 30 minutos al Ashmolean Museum (que ayer lunes estaba cerrado).
En este caso, la colección de objetos es absolutamente brutal en cuanto a numerosa y en cuanto a belleza. Desde los orígenes de la humanidad y recorriendo culturas egipcias y asiáticas, además de africanas y en menor medida las americanas. Comentario jocoso y malévolo: al pirata Drake le interesaba principalmente el oro y la plata de los barcos españoles que venían del Nuevo Mundo.
Veo bastantes grupos de niños para los que el Museo reserva una serie de actividades formativas. Me cuestiono por qué si tenemos tantos centros de aprendizaje, que estimulan la curiosidad de nuestros niños y jóvenes, les aburrimos con cinco o seis horas diarias de escuela más los “deberes”.
Abandono el museo con la sensación de tener que volver. El trabajo de los responsables del museo es admirable su trabajo de catalogación, de explicación didáctica, además de la conservación necesaria. Hay piezas que te asombran por su belleza, por su pequeño tamaño aunque recogen los detalles más mínimos.
El camino de Oxford a Cardiff lo hago en tren. A pesar de tener que realizar un cambio, el viaje resulta cómodo, puntual, puntual y los ferroviarios son amables dando las informaciones o estando atento si te equivocas al colocar tu billete en la máquina electrónica. También es amable el tiempo, pues desaparece el calor agobiante de Londres y comienzan a aparecer las nubes que obligan por prudencia a sacar la chaqueta de la maleta.
En Cardiff, lo primero es encontrar el alojamiento reservado.
Como estos post son una crónica, explicaré a futuros viajeros las diferencias entre un B&B (bed & breakfast, para los menos avezados) de ciudad y de campo, basado en mis experiencias actuales y del verano pasado en Irlanda. El B&B ciudadano son unos apartamentos que una inmobiliaria gestiona y a los que se accede a través de un código en el portal de la calle y en tu propia habitación (afortunadamente coincide). Ese código no te lo dan cuando contratas la habitación lo hayas hecho con Expedia, Booking, u otra multinacional sino que te lo envían por correo electrónico el mismo día de llegada. ¿Qué pasa si no controlas o no tienes acceso al correo electrónico? Tienes un número de teléfono, extranjero obvio, para llamar e intentar entenderte en tu inglés.
El B&B rural es distinto porque te recibe la propietaria de la casa (en Irlanda eran abundantes las viudas) y te muestra la habitación y los espacios comunes, te pregunta a qué hora quieres el desayuno, y demás atenciones que te recuerda a cuando llegabas al pueblo de tu padre y te enviaban a casa de algún pariente.
Me dio tiempo de visitar el Castillo de Cardiff, en un tiempo defensivo, en otros tiempos residencia de lujo de los señores de la ciudad, incluso durante la segunda guerra mundial como refugio antiaéreo. Resulta muy impresionante recorrer los quinientos metros del pasillo, porque eso era en realidad, en el que debían hacinarse los ciudadanos cuando sonaban las alarmas de bombardeo. ¡Qué rápido olvidamos!
A las cuatro de la tarde se acaban las actividades y aprovecho para dar un paseo por un amplio Centro de la ciudad totalmente peatonalizado. Todavía conserva un mercado como el Mercado Central de Zaragoza con sus pequeños puestos que conviven en la misma calle con supermercados de cadenas de alimentación, tiendas y pubs. Igualmente, me encuentro con una calle, un pasaje sería más correcto, aunque el techo acristalado me genera dudas en su denominación, que podría competir con las de Milán porque se trata de zapaterías lujosas, tiendas de ropa elegante y fashion, así como una joyería que daba paso a este lujo. Este lujo contrasta con los numerosos homeless que puedo ver a estas horas de la tarde: algunos sentados, otros caminando de un lado para otro.
El tiempo empieza a estar poco propicio para pasear por lo que después de la cena en el pub, me retiro a mis aposentos de B&B ciudadano. Ciertamente había elegido una opción económica y con baño compartido, pero no me esperaba que fuera en un semisótano y con el baño en la planta calle. “Unas veces se gana y otras se aprende.”
Antes de salir de Oxford, aprovecho para dedicar 30 minutos al Ashmolean Museum (que ayer lunes estaba cerrado).
En este caso, la colección de objetos es absolutamente brutal en cuanto a numerosa y en cuanto a belleza. Desde los orígenes de la humanidad y recorriendo culturas egipcias y asiáticas, además de africanas y en menor medida las americanas. Comentario jocoso y malévolo: al pirata Drake le interesaba principalmente el oro y la plata de los barcos españoles que venían del Nuevo Mundo.
Veo bastantes grupos de niños para los que el Museo reserva una serie de actividades formativas. Me cuestiono por qué si tenemos tantos centros de aprendizaje, que estimulan la curiosidad de nuestros niños y jóvenes, les aburrimos con cinco o seis horas diarias de escuela más los “deberes”.
Abandono el museo con la sensación de tener que volver. El trabajo de los responsables del museo es admirable su trabajo de catalogación, de explicación didáctica, además de la conservación necesaria. Hay piezas que te asombran por su belleza, por su pequeño tamaño aunque recogen los detalles más mínimos.
El camino de Oxford a Cardiff lo hago en tren. A pesar de tener que realizar un cambio, el viaje resulta cómodo, puntual, puntual y los ferroviarios son amables dando las informaciones o estando atento si te equivocas al colocar tu billete en la máquina electrónica. También es amable el tiempo, pues desaparece el calor agobiante de Londres y comienzan a aparecer las nubes que obligan por prudencia a sacar la chaqueta de la maleta.
En Cardiff, lo primero es encontrar el alojamiento reservado.
Como estos post son una crónica, explicaré a futuros viajeros las diferencias entre un B&B (bed & breakfast, para los menos avezados) de ciudad y de campo, basado en mis experiencias actuales y del verano pasado en Irlanda. El B&B ciudadano son unos apartamentos que una inmobiliaria gestiona y a los que se accede a través de un código en el portal de la calle y en tu propia habitación (afortunadamente coincide). Ese código no te lo dan cuando contratas la habitación lo hayas hecho con Expedia, Booking, u otra multinacional sino que te lo envían por correo electrónico el mismo día de llegada. ¿Qué pasa si no controlas o no tienes acceso al correo electrónico? Tienes un número de teléfono, extranjero obvio, para llamar e intentar entenderte en tu inglés.
Me dio tiempo de visitar el Castillo de Cardiff, en un tiempo defensivo, en otros tiempos residencia de lujo de los señores de la ciudad, incluso durante la segunda guerra mundial como refugio antiaéreo. Resulta muy impresionante recorrer los quinientos metros del pasillo, porque eso era en realidad, en el que debían hacinarse los ciudadanos cuando sonaban las alarmas de bombardeo. ¡Qué rápido olvidamos!
A las cuatro de la tarde se acaban las actividades y aprovecho para dar un paseo por un amplio Centro de la ciudad totalmente peatonalizado. Todavía conserva un mercado como el Mercado Central de Zaragoza con sus pequeños puestos que conviven en la misma calle con supermercados de cadenas de alimentación, tiendas y pubs. Igualmente, me encuentro con una calle, un pasaje sería más correcto, aunque el techo acristalado me genera dudas en su denominación, que podría competir con las de Milán porque se trata de zapaterías lujosas, tiendas de ropa elegante y fashion, así como una joyería que daba paso a este lujo. Este lujo contrasta con los numerosos homeless que puedo ver a estas horas de la tarde: algunos sentados, otros caminando de un lado para otro.
El tiempo empieza a estar poco propicio para pasear por lo que después de la cena en el pub, me retiro a mis aposentos de B&B ciudadano. Ciertamente había elegido una opción económica y con baño compartido, pero no me esperaba que fuera en un semisótano y con el baño en la planta calle. “Unas veces se gana y otras se aprende.”
CO
lunes, 6 de agosto de 2018
Oxford y los Colleges
6 agosto 2018
Me levanto con las primeras luces y llego a Oxford en el bus de los trabajadores que han dejado sus coches en el aparcamiento “disuasorio” (Park&Ride) de las afueras. Eso me permite conocer la ciudad sin las aglomeraciones del domingo y de las que llegarán después.
En la mañana visito: Christ Church College y el Pitt River Museum. En el afternoon el Trinity College y la Bodleian Library donde se grabaron algunas escenas del Harry Potter.
Algunas ideas me vienen a la mente con estas visitas en las que intento trascender la mirada turística hacia aspectos antropológicos, sociológicos, en suma, filosóficos.
La primera: la del College porque no la hemos copiado en España. Pienso en el campus de Teruel siempre lamentándose de que no van los estudiantes o que se marcha el profesorado por falta de atractivos. La idea de la convivencia de estudiantes y de profesorado ya la tuvieron en Inglaterra hace unos siglos.Es verdad, que puede resultar agobiante la convivencia porque exige el concepto de privacidad y de respeto a la intimidad de los ingleses.
Cuentan las guías que en el siglo XIII comenzaron a llegar a Oxford muchos estudiantes de todas partes de Europa. Y comenzó a haber cierta rivalidad entre la población local y los estudiantes que desembocó en la Masacre del Día de Santa Escolástica en 1355 con 90 muertos. Por lo que el Rey decidió que la Universidad fuese subdividida en College, y cada uno desarrollo sus propias tradiciones.
En la actualidad, todos aprovechan para sacarle partido a sus instalaciones: como hotel para turistas en las residencias de los estudiantes, alquilando las suntuosas salas de comedor para cualquier tipo de banquete o ceremonia, y alquilando todo aquello que se les solicite: los jardines, las aulas, etc.
Otra consideración es la admiración que tienen por sus soldados y conquistadores. Las evidencias podemos apreciarlas en las paredes de colleges, capillas y museos. Claro que los museos están llenos de lo que los conquistadores ingleses rapiñaron en sus viajes por el mundo.
La colección del Pitt River o museo de ciencias naturales y también de antropología con una colección de objetos que parece un bazar chino. Me sirve para pensar en cómo los europeos, concretamente los ingleses, han ido “recogiendo” allá por donde pasaban. Es verdad, que luego tienen los objetos con su explicación, si bien en ocasiones la cantidad de objetos supera la calidad de las explicaciones.
Una interesante exposición temporal sobre los movimientos migratorios completa algunas de las manifestaciones que pude contemplar.
La entrada al Trinity la hago gratuitamente presentándome como profesor de la Universidad con la intención de poder ver la Biblioteca. Pero finalmente, no la pude ver porque estaba alquilada para unos exámenes. Los amplios jardines y el cuidado césped invitan a cualquier clase de pensamiento reflexivo aunque ahora, en verano, se ve disturbado por la presencia de unos adolescentes chinos. Claro que estos deben ser chinos ricos a tenor del precio de los cursos.
La visita a la Boldeian Library no me resultó especialmente atractiva, será porque no entendí bien las anécdotas de la guía o porque muchas se referían a la grabación de Harry Potter del que no soy muy entusiasta aunque coincidamos en el nombre.
También aproveche para ver una exposición sobre las mujeres sufragistas y recoger el significado de los colores que eligieron: el violeta o púrpura por la dignidad, el blanco por la pureza y el verde por la esperanza.
Luego, tener el alojamiento en un College (lo recomiendo vivamente) que está a 100 metros de la última visita que pude realizar es una ventaja para poder descansar. Los kilómetros recorridos han sido doce y medio.
Me levanto con las primeras luces y llego a Oxford en el bus de los trabajadores que han dejado sus coches en el aparcamiento “disuasorio” (Park&Ride) de las afueras. Eso me permite conocer la ciudad sin las aglomeraciones del domingo y de las que llegarán después.
En la mañana visito: Christ Church College y el Pitt River Museum. En el afternoon el Trinity College y la Bodleian Library donde se grabaron algunas escenas del Harry Potter.
Algunas ideas me vienen a la mente con estas visitas en las que intento trascender la mirada turística hacia aspectos antropológicos, sociológicos, en suma, filosóficos.
La primera: la del College porque no la hemos copiado en España. Pienso en el campus de Teruel siempre lamentándose de que no van los estudiantes o que se marcha el profesorado por falta de atractivos. La idea de la convivencia de estudiantes y de profesorado ya la tuvieron en Inglaterra hace unos siglos.Es verdad, que puede resultar agobiante la convivencia porque exige el concepto de privacidad y de respeto a la intimidad de los ingleses.
Cuentan las guías que en el siglo XIII comenzaron a llegar a Oxford muchos estudiantes de todas partes de Europa. Y comenzó a haber cierta rivalidad entre la población local y los estudiantes que desembocó en la Masacre del Día de Santa Escolástica en 1355 con 90 muertos. Por lo que el Rey decidió que la Universidad fuese subdividida en College, y cada uno desarrollo sus propias tradiciones.
En la actualidad, todos aprovechan para sacarle partido a sus instalaciones: como hotel para turistas en las residencias de los estudiantes, alquilando las suntuosas salas de comedor para cualquier tipo de banquete o ceremonia, y alquilando todo aquello que se les solicite: los jardines, las aulas, etc.
Otra consideración es la admiración que tienen por sus soldados y conquistadores. Las evidencias podemos apreciarlas en las paredes de colleges, capillas y museos. Claro que los museos están llenos de lo que los conquistadores ingleses rapiñaron en sus viajes por el mundo.
La colección del Pitt River o museo de ciencias naturales y también de antropología con una colección de objetos que parece un bazar chino. Me sirve para pensar en cómo los europeos, concretamente los ingleses, han ido “recogiendo” allá por donde pasaban. Es verdad, que luego tienen los objetos con su explicación, si bien en ocasiones la cantidad de objetos supera la calidad de las explicaciones.
Una interesante exposición temporal sobre los movimientos migratorios completa algunas de las manifestaciones que pude contemplar.
La entrada al Trinity la hago gratuitamente presentándome como profesor de la Universidad con la intención de poder ver la Biblioteca. Pero finalmente, no la pude ver porque estaba alquilada para unos exámenes. Los amplios jardines y el cuidado césped invitan a cualquier clase de pensamiento reflexivo aunque ahora, en verano, se ve disturbado por la presencia de unos adolescentes chinos. Claro que estos deben ser chinos ricos a tenor del precio de los cursos.
La visita a la Boldeian Library no me resultó especialmente atractiva, será porque no entendí bien las anécdotas de la guía o porque muchas se referían a la grabación de Harry Potter del que no soy muy entusiasta aunque coincidamos en el nombre.
También aproveche para ver una exposición sobre las mujeres sufragistas y recoger el significado de los colores que eligieron: el violeta o púrpura por la dignidad, el blanco por la pureza y el verde por la esperanza.
Luego, tener el alojamiento en un College (lo recomiendo vivamente) que está a 100 metros de la última visita que pude realizar es una ventaja para poder descansar. Los kilómetros recorridos han sido doce y medio.
domingo, 5 de agosto de 2018
Las caras de la vida
5/agosto/2018
Después de conseguir levantar a los adolescentes antes de la hora establecida para el check-out, nos dirigimos a tomar el bus hacia Oxford que lo denominan Oxford-tube porque hacer 70 kms en 70 minutos haciendo paradas no es sencillo.
Los adolescentes se quedan en su curso y el propio me despide con cajas destempladas (hacia tiempo que no usaba esta expresión, pero es la que mejor describe la despedida). Parece que las necesidades emotivas de los padres no cuentan para los hijos que reclaman dinero, caricias y apoyo cuando lo necesitan.
Comienza mi aventura en un país anglosajón con un dominio de la lengua “non so good”, traducido al español: malo. Pero me acerco a la ciudad en un bus. Es mediodía y consigo reparar fuerzas con un sandwich de atún. Google Maps dice que mi hotel está a cinco kilómetros. No es mucho. Pero no tiene en consideración los 30 grados Celsius de temperatura. Afortunadamente, el camino está en su mayor parte sombreado.
La llegada al hotel me reserva esas casualidades de la vida. La joven recepcionista me comenta que es española de Sigüenza, el pueblo de mi abuelos paternos.
Después de una ducha reparadora, he vuelto a Oxford donde las masas de turistas y de estudiantes abandonaban el centro de la ciudad ya que los lugares de culto turístico cierran a las 16:30. Eso me permite gozar de una birra junto a uno de los brazos del río, y cenar en un pub donde me atiende un camarero de Toledo.
Dos pintas de birra y una cena copiosa, me invitan a caminar en una ciudad que en el anochecer hace desaparecer a los turistas y estudiantes y cede su lugar a los jóvenes y numerosos homeless con su aspecto de dejadez y abandono.
Yo soy turista y me espera una espaciosa cama con las sábanas limpias.
Después de conseguir levantar a los adolescentes antes de la hora establecida para el check-out, nos dirigimos a tomar el bus hacia Oxford que lo denominan Oxford-tube porque hacer 70 kms en 70 minutos haciendo paradas no es sencillo.
Los adolescentes se quedan en su curso y el propio me despide con cajas destempladas (hacia tiempo que no usaba esta expresión, pero es la que mejor describe la despedida). Parece que las necesidades emotivas de los padres no cuentan para los hijos que reclaman dinero, caricias y apoyo cuando lo necesitan.
Comienza mi aventura en un país anglosajón con un dominio de la lengua “non so good”, traducido al español: malo. Pero me acerco a la ciudad en un bus. Es mediodía y consigo reparar fuerzas con un sandwich de atún. Google Maps dice que mi hotel está a cinco kilómetros. No es mucho. Pero no tiene en consideración los 30 grados Celsius de temperatura. Afortunadamente, el camino está en su mayor parte sombreado.
La llegada al hotel me reserva esas casualidades de la vida. La joven recepcionista me comenta que es española de Sigüenza, el pueblo de mi abuelos paternos.
Después de una ducha reparadora, he vuelto a Oxford donde las masas de turistas y de estudiantes abandonaban el centro de la ciudad ya que los lugares de culto turístico cierran a las 16:30. Eso me permite gozar de una birra junto a uno de los brazos del río, y cenar en un pub donde me atiende un camarero de Toledo.
Dos pintas de birra y una cena copiosa, me invitan a caminar en una ciudad que en el anochecer hace desaparecer a los turistas y estudiantes y cede su lugar a los jóvenes y numerosos homeless con su aspecto de dejadez y abandono.
Yo soy turista y me espera una espaciosa cama con las sábanas limpias.
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