Séptimo día: el regreso. La vuelta a Zaragoza debe incluir una parada para acostumbrarse a la temperatura canicular de la depresión del Ebro o más bien que nuestro cuerpo y nuestra mente no quieren finalizar esta experiencia de verano norteño.
Por eso, elegimos Santander. Visitamos la Fundación Botín en la que el continente y su ubicación junto al mar son excepcionales. Además, una extensa y cuidada exposición donde se asocia la pintura de Picasso con el arte de los iberos y cuya influencia se reconoce como precursora del camino hacia el cubismo.
“La exposición es un juego de espejos en el que piezas primitivas colocadas al lado o frente a obras de Picasso más que dialogar, se imitan”.
Después de comer y con la mochila cargada de pereza, reemprendemos la marcha. El cielo está cubierto pero cuando pasamos Bilbao y comenzamos a subir a Altube, el sol aparece y la llanura amarilla ciega nuestros ojos. Mas adelante, desde los llanos de Logroño, comenzamos a ver nubes negras en los horizontes. Parece que las tormentas de la previsión meteorológica vienen a su cita. Poco a poco nos vamos aproximando hacia las nubes amenazadoras hasta que comienza a llover con gotas gordas pero escasas. Pero en cierto momento, a 100 kms de nuestra meta, las dos tormentas se aproximan y descargan un aguacero que convierte en un gran charco al asfalto drenante de la autopista.
Tras una conducción cuidadosa en el que sistema ACC (Control de crucero adaptativo) del vehículo se ha puesto en huelga y nos ha dejado solos ante el peligro; llegamos a cenar a nuestras casas.