Me acabo de vacunar y solo puedo afirmar: ¡Viva la sanidad pública! ¡Viva la profesionalidad de los empleados públicos!
Alguien podrá atribuir mis exclamaciones a que yo soy un empleado público (a punto de jubilarse) pero mi experiencia con la administración pública siempre se ha caracterizado por la profesionalidad, lo que incluye, en algunos casos, empatía y amabilidad.
Podía poner ejemplos de todo tipo: desde tener una médica de medicina interna que te hace un seguimiento personal hasta la amabilidad de un funcionario que te facilita la gestión a realizar por teléfono en pleno confinamiento pandémico.
No olvidemos a las y los docentes (el personal de la concertada recibe su sueldo de la Administración Pública aunque con un estatuto diferente también son servidores públicos) que junto a su alumnado han conseguido salvar el curso 2020-21 en esta situación de pandemia.
Por eso, no deberíamos decir que la sanidad o la educación pública funcionan bien; sino que el personal sanitario y docente saca adelante las situaciones con su trabajo, con su profesionalidad, con su vocación.
Igualmente, ocurre en el resto de administraciones aunque, a veces, las rígidas normativas y las inflexibles jefaturas de una compleja estructura impiden hacer bien ese trabajo.
Curiosamente, hoy mismo, un amigo virtual escribe en su columna del Diario de Guipuzcoa, algo relacionado con este tema: https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/opinion/tribuna-abierta/2021/04/15/fijeza-frustraciones/1103933.html