sábado, 27 de julio de 2019

Val Thorens: Última etapa del 2019



DÍA 27
 Despertamos y nos ponemos en marcha a la búsqueda de un buen emplazamiento. No está lejos. Tomamos el desvío que conduce al Val Thorens. Apenas tomada la carretera departamental, vemos un espacio amplio ocupado por solo dos camper. Me coloco allí después de pedir permiso a los que llegaron antes para aproximarlo.  Comenzamos a preparar nuestras sillas, Ales saca su bicicleta.  Y de repente… pasa un ciclista que nos advierte que por esa “departamental” no van a pasar los ciclistas. Consultamos un mapa del Tour y descubrimos que es otra que transcurre paralela por el otro lado del valle y que confluye más arriba por la que circulamos.
 
Ales dice que comienza a subir, total sólo son 27 kms de subida y más de 1000 metros de desnivel. Ya nos veremos en algún sitio.  Yo estoy indeciso por si subir (estoy harto de carreteras montañosas) o por bajar al pueblo por donde seguro que pasarán los ciclistas y encontraremos más facilidades.

Pero gana la opción "estar más cerca de Ales" porque el cielo y las previsiones están amenazadoras. Adelanto a Ales en la subida. Cuando llegamos a la confluencia de las carreteras, la “buena”, por la que pasarán los ciclistas está abarrotada de vehículos y no consigo encontrar un hueco. Pero volviendo por mis pasos, aparco el camper fuera de la carretera para evitar problemas.

Plantamos nuestras sillas en la “carretera correcta” y esperamos la llegada de Alessandro que rehuye empujones en la subida y fotografías de los paparazzi.  Continua su ascensión aunque tiene dudas de llegar al final. En sus piernas, además de los 3000 kms de camper (unas 50 horas de circulación) ha subido a Horquette (2veces), Val Louron, Tourmalet , Galibier (2 veces por un lado y 1 por otro). No está mal para uno que entrena a ciclismo menos que a la Xbox.

Comienza a llover, a llover. Tenemos nuestros paraguas. Ales comunica que se va a poner a descender porque donde está también llueve, visibilidad escasa y frío. Cuando regresa a nuestra posición, está aterido. Afortunadamente, aparece la furgoneta de Emile Leclerq, patrocinador del premio de la montaña, repartiendo camisetas. Hoy son generosos con los espectadores y conseguimos media docena de camisetas que Ales utiliza para ponerse una encima de otra y conseguir una buena temperatura.
Luego deja de llover.
Llegan los ciclistas que pasan a una velocidad incomprensible para una subida de montaña. Cuando pasan los primeros grupos, nos vamos al camper que, casualmente, conseguimos ver el final en la TV.

La etapa la ha ganado Nibali, italiano y experimentado corredor. Y el Tour, Bernal, un colombiano y joven de un potente equipo ciclista.

Y hasta aquí nuestro Tour.

viernes, 26 de julio de 2019

La etapa del Isoard


DÍA 26
Por la mañana, descubro que estoy en las afueras de Valoire, ciudad donde finalizó la etapa de ayer. Tomamos un café y de nuevo a la carretera, todavía estamos a 1500 metros de altitud  y hay que bajar hasta 500 donde inicia la etapa del viernes.

Cuando casi estamos en la carretera, los coches parados nos indican que han cerrado la carretera. Por nuestra izquierda pasan los grandes autobuses de los equipos ciclistas en esta carretera estrecha.
 
Arrimo el camper a la orilla para que no impida el paso de otros vehículos y me voy a ver la carrera en su paso por la población de St.Michel de la Marianne, a solo 15 kms. de la salida. La visión de la carrera se resuelve rápidamente: cuatro corredores con unos quince segundos de ventajas sobre el gran pelotón que pasa rápidamente. La motocicleta del gendarme me levanta aire sobre el pantalón. El coche escoba pasa. El vehículo de la gendarmería con el final de carrera. Y se acabó. 




El poco interés del paso en este recorrido no ha significado que se concentraran numerosos espectadores sobre todo en el lado de sombra de la carretera.

Luego nos hemos dirigido a un “camping civilizado”. Es temprano y nos sirve para adecentar el camper (agua, luz, wc químico) y poder adecentarnos nosotros que llevábamos varios días sin afeitar.

Podemos ver la etapa en el televisor. Concretamente vemos la suspensión de la etapa porque en una parte del recorrido ha caído una granizada que ha emblanquecido e inutilizado la carretera.

Parece como si la montaña estuviera enfadada con los humanos, ayer el corrimiento de tierras que bloqueaba la carretera a los seguidores; hoy la granizada que impide la continuación de la carrera; mañana, ¿que nos deparará la montaña?

El camper, lo que no sucede en el hotel, permite entablar rápidamente una conversación con algún otro viajero y descubrir coincidencias de origen, de lugares, de vivencias.

Al anochecer también ha llegado la tormenta a nuestra posición y el sonido de las gotas sobre el camper resulta entre agradable (porque piensas en los que están en tienda de campaña) y amenazador porque suena con fuerza sobre las mamparas del techo.

A dormir que mañana hay que madrugar para intentar subir al último col de este año antes de que la gendarmería cierre la carretera.

jueves, 25 de julio de 2019

La etapa reina del 2019



DIA 25

El amanecer no es tan idílico como el de ayer. Los coches y las caravanas han invadido los dos lados de la carretera y la actividad es como en un día de feria, aunque el ganado ha huido ante la llegada de la marabunta turística.

Así que desayuno rápido, a preparar la mochila con agua, bocadillo, paraguas del Tour y la silla plegable de Decathlon para poder soportar las esperas de las diferentes caravanas: la de los aficionados, la de los autobuses de los equipos, la publicitaria, la de los jóvenes corredores, la de ventas, y finalmente los corredores.

¡Ale, ale! A subir la montaña para encontrar un punto de visión panorámico. Lo encuentro y planto mi silla y comienzo a hacer fotos. He elegido bien porque en el cuadro va a entrar el glaciar. Y no hay niños alrededor lo que me permitirá el no tener que pelear por los gadget de publicidad.

Los turistas suben carretera arriba sin detenerse en mi sitio. Pero al final, una familia belga amablemente (“hay que pagar por el sitio”) dice que se va a poner allí. Simultáneamente, una familia suiza de padre, madre, hijo, hija y novio invaden mi territorio. Van pertrechados de bandera sobre mástil que ondean al paso de cada ciclista y vehículo. Hablan una lengua completamente desconocidas, quizás alemán pero muy dialectal.

Luego el ritual habitual: caravana publicitaria con sus cantinelas y comienza la espera de los ciclistas. La visión de los helicópteros de enlace en la lejanía, - esta vez  voy con mis prismáticos – anuncia que los corredores están cerca. Desde lo alto, se puede ver que primero vienen un pequeño grupo de siete corredores. Hay un Movistar, el equipo español,  entre ellos. Un espectador con conexión a Internet dice que es Quintana que se destaca en las primeras rampas del Galibier.  Cuando pasan a mi altura, cada uno va como puede. Son muchos los corredores que pasan en solitario y el grupo está dividido en tantos subgrupos que no se entiende cuál es el pelotón.
Ganó el colombiano Quintana y todos sus conacionales, que son muchos los que le acompañan, lo celebraron.
Cuando pasa el “coche escoba” y la gendarmería anuncia el final de carrera todos comenzamos a bajar para acudir a la siguiente etapa. Pero el final del día no ha llegado y nos esperan algunas sorpresas.
Primera sorpresa: me sorprende la lluvia. Hay un considerable atasco por lo que decidimos cenar antes de poner en marcha.

Cuando parece despejado,  iniciamos la bajada al valle, lentamente por el tráfico y porque no es un deportivo lo que conduzco. A cierto punto, una señora me dice que no puedo pasar, pienso que se refiere a mi tamaño porque hay un túnel que yo superé en la subida. Así que sigo adelante, las paradas son continuas y largas. Escucho que la carretera está bloqueada. Pienso en algún incidente que se podrá resolver porque continúan a pasarme vehículos de policía y de bomberos. Pero se empieza a oír que “la montaña se ha desprendido y la carretera va a estar bloqueada por un día”

En La Grave, la gendarmería nos informa que tenemos que regresar por donde hemos venido y nos ayuda a dar la vuelta. Llegamos a nuestro campamento de estos días, esperando encontrar sitio en el hotel porque vamos sin existencias de agua y luz. Pero todo está lleno y nos ofrecen aparcar en un barrizal ya que la tormenta ha sido corta pero abundante.

Abren el Galibier y, sin pensarlo una vez, me lanzo a conducir de noche lo que había evitado hacerlo por el día: subir a un puerto que en ocho kilómetros sube de 2000 metros a 2600 metros. La mayor parte hay que subir en segunda marcha porque el desnivel y las curvas no permiten otra velocidad. Cuando pongo la tercera marcha, parece que el camper va a morir.
La tensión cae sobre mi cuello. Ales que ha hecho el recorrido dos veces en bicicleta, me va cantando las curvas como si de un rallye se tratase. Aunque parezca extraño, ha sido una gran ayuda.
La bajada la hago lentamente en segunda marcha como mandan los cánones de la conducción. Tornantes, pendientes, etc. Etc.
Al finalizar el puerto, es ya media noche y mando a todos a dormir. Yo necesito relajarme y, aunque estamos aparcados al lado de una carretera, el sueño resulta reparador.





miércoles, 24 de julio de 2019

Esperando a los corredores


DÍA 24

La jornada de espera en el Col de Lauteret se llena con actividad de senderismo aunque el camino elegido bien parece para hacer escalada: Refugio-chalet de Chamossiere.- Las pendientes son muy elevadas y el terreno resbaladizo, incluso subiendo. No voy muy preparado, ni el calzado ni bastones para evitar caídas en la bajada. Después de 300 metros de desnivel en la ascensión , contemplo el glaciar, hago fotografías de las flores que aprovechan la corta estación veraniega para lucir sus colores.




Por la tarde, decido hacer otra excursión, mucho más fácil: Refugio de Alpe Villar D’Arene. En media hora, alcanzo el lugar que está enfrente del glaciar que se va derritiendo a través de una sonora cascada. Escucho las marmotas e incluso llego a ver corretear a una. El paisaje es para quedarse a contemplar hasta que la luz acabe pero las nubes negras sobre las cumbres y un pequeño trueno me aconsejan regresar a mi camper.


Por la noche, en la carretera de subida al Col del Galibier, siguen llegando coches, caravanas que giran y giran intentando encontrar un hueco, lo que no resulta nada fácil. Esperamos a los camiones que llegarán con todo el atrezzo para el premio de la montaña, pero estamos cansados. Este año, nuestro camper no está exactamente en la ruta ciclista y la espera se hace larga. Por eso, ¡buenas noches!, ¡que los bocinazos de los atrezzistas no nos despierten!