El aula, cerrada en sí misma, como queriendo transmitir el mensaje de que sólo se aprende lo que se enseña en ella.La pizarra, negra pero bien visible, superficie humilde pero práctica y hasta mágica donde cuentas, ejercicios, fechas, nombres, máximas y hasta consignas en algún momento, aparecieron y desaparecieron entre nubes blancas de la tiza.
La mesa del maestro, con algún libro, cuadernos de preparación de lecciones, el sello y, en ocasiones, una campanilla para imponer la atención, marca la salida al recreo o el fin de la clase.
Que poco ha cambiado en dos siglos de institución escolar. El aula, las clases son lo que hay que asegurar. El número de horas que los alumnos permanecen el aula parece que asegura la calidad de la enseñanza. En realidad se asegura la enseñanza, aunque es dudosa la eficacia en el aprendizaje.
Hay tantos lugares donde poder aprender que cuando algún compañero o compañera, me dice que no puede mandar a los estudiantes a escuchar a un conferenciante traído desde lejos porque le falta materia que impartir; pienso en su ignorancia.
A bote pronto, se me ocurren los siguientes lugares donde los estudiantes pueden aprender: el museo, las oficinas municipales o del ministerio de Hacienda, la sala de espera del hospital, la entrada a la escuela de los niños, el teatro, el cine,
el autobús, el campo, el parque, la CALLE en general.
Me parece que me voy a inventar el OUT-LEARNING, dicho en inglés quizás consigo que me hagan caso.
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