viernes, 15 de abril de 2016

Gente de éxito

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ARTÍCULO PARA GENTE DE ÉXITO
Kevin H. Siepel [ es mi cuñado]
Para empezar, digo que soy una persona normal a quien le gusta escribir.  No soy “escritor”.  Pero en cuanto he tenido éxito en escribir y publicar, estoy contento de hablar de ello.  Perdone mis fallos de español, que no es mi primera lengua.
Conquistador Voices es mi libro más reciente, y tal vez era lo mas difícil de escribir.  Digo esto porque los acontecimientos de este libro tomaron lugar en tiempos tan distantes y entre culturas tan ajenas de las nuestras, osea, las de los españoles y de los indios.  A menos que haya pasado la vida en estudiar estos tiempos, es casi imposible imaginar como era la vida de aquellos días—ya sea para los nativos americanos o para los europeos, sus “descubridores”.
Al contrario de lo que se cree en general, no se escribe un libro de no ficción necesariamente para instruir o divertir, sino para aprender.  Los actos de investigar y poner los resultados por escrito de una manera metódica y, se espera, interesante, es ciertamente el modo mejor de absorber datos históricos y comprenderlos.  Este era por cierto mi caso, quien, al principio de este proyecto, no sabía nada de los conquistadores excepto lo que se estudia en el colegio.
Escribir un libro exige un cierto grado de confianza en sí mismo, pero además exige un fondo de experiencia de lector y bastante práctica en enlazar frases una a otra de una forma atractiva a los lectores.  Más importante, se exige una disposición de reescribir, y reescribir, y reescribir—un proceso parecido a lijar una tabla de madera hasta que sea lisa como cristal, o abrillantar una piedra hasta que reluzca.
Yo no adquirí las habilidades de moldear y pulir las frases antes de la mitad de mi vida.  De joven, no leí casi nada y escribí lo mínimo que se exigió para avanzar al próximo grado.  Mucho más prefería recorrer el bosque con mi perro, pescar, construir radios o modelos de aviones, o jugar béisbol.  Me parecía aburridísimo el leer.  No obstante, en mis años veinte empecé a darme cuenta de la gran profundidad de mi ignorancia, y entré en un programa serio de lectura en ficción y no ficción el cual me ha durado la vida entera.  Pero la idea de escribir—la noción de escribir para publicación—no se me ocurrió hasta mis años treinta.  Sin embargo, descubrí pronto que el escribir para publicar y el publicarse en realidad eran cosas muy distintas.  Durante casi una década, fue rechazado todo lo que escribí.  Pero a fuerza de perseverancia, empezó a cambiar esta situación.  Aprendí gradualmente a escribir un párrafo aceptable, y poco a poco comenzó a ser aceptado mi trabajo—primero una biografía de un bien conocido guerrillero sureño de la guerra civil americano, y entonces un libro sobre un pionero neoyorkino, estos dos libros tomando su lugar en un tejido de ensayos, poemas, y artículos publicados sobre varios temas que me interesaban.  Luego comencé el trabajo de Conquistador Voices, una idea que había considerado durante años.
A lo mejor no me habría interesado mucho la Conquista, sino por un evento particular de mi vida.  Un día soleado de mayo, hace muchos años, conocí a bordo de un tren en Suiza a una española llamada María Carmen García Pascual, y al próximo año nos casamos.  Cierto es que nuestro casamiento y nuestros años juntos ha sido la causa de mi interés y mi conocimiento profundizando en la historia y cultura de España, tanto como mi conocimiento imperfecto, pero aumentando, del idioma español.  Estos varios filamentos de la vida entonces, trenzados juntos, aumentaron en gran medida la probabilidad que algún día escribiría algo sobre un tema español.
Puesto que se publicó Conquistador Voices solo recientemente, queda por verse su éxito, pero desde el punto de vista de satisfacción personal, ha valido la pena.  Me ha dado un sentido de logro, no solo porque he tenido que submergirme tan profundamente en estos eventos durante siete o más años (con tiempo libre para remodelar parte de nuestra casa) sino también porque, en el último momento, tenía que ser no solo escritor, pero también traductor bien enfocado.  Muy tarde en el proceso, descubrí que no podía usar las traducciones de cuentos originales que había seleccionado, pero que tendría que traducir los materiales originales por mí mismo.  Había dos razones por esto: (1) el costo de usar traducciones existentes con derechos de autor eran exorbitantes, y (2) llegué a ver que, haciendo mi propia traducción, tendría la oportunidad de dar a las palabras antiguas en español e italiano un sonido más moderno.  Por eso, cerca del final del proceso, pasé cuatro meses en traducir, casi día y noche.  Como resultado, el proyecto era más viable economicamente, y resultó en un paquete de traducciones más en consonancia con el uso moderno.  Creí que, en algunos casos, mis traducciones eran aún más exactas que las traducciones existentes.
Hacer investigaciones y escribir, como se sabe, son actividades solitarias.  Hay que aislarse si se quiere realizar algo.  De vez en cuando hay que rechazar los compromisos sociales o evitar las tareas de casa.  Había muchos días en que mi esposa me vio solamente a las horas de comer.  No obstante, me ha apoyado completamente durante este proyecto, igual que mi hermano Tim, el cual leyó e hizo comentario constructivo en todo el escrito.  Nuestra hija Cristina sugirió el título del libro.  Nuestros dos hijos Benjamin e Ian, con sus esposas, sostuvieron su interés por el proyecto entero.  He logrado tener una vida social mínima, y mantener la casa.
¿Por qué les digo todo esto?  Pues, para animarles.  Es decir que, si tiene su propio sueño que le gustaría realizar y poner por escrito, inténtelo.  Puede ser unos pocos párrafos sobre un suceso de su vida, o una pieza más larga—quizás un libro—sobre algún tema que le interese, alguna cosa que usted sienta necesidad de decir.  Investíguelo a fondo y empieze a escribir.  Pero ¡ojo!  Su primer ensayo probablemente será de baja calidad.  En este punto dígase que el esfuerzo este no es más que un principio, e inténtelo de nuevo.  No se desánime.  Trabaje.  Inténtelo de nuevo, otra vez, y otra vez—trate de ponerse fuera del escrito, trate de ver el escrito desde el punto de vista del lector—hasta que su obra sea lo más pulida posible.  (Si escribe usted en inglés, consulte el librito excelente por Strunk y White, The Elements of Style.)  Entonces déselo a uno o dos amigos—no más—para leer, personas en cuyo juicio tiene confianza.  Revíselo una vez más, pero no acepte todas las sugerencias de sus críticas.  Elija las que parecen mejores.  La obra es suya, y no de ellos.
Cuando llegue al punto de saber que no se puede hacer más, cuando llegue a sentir que efectivamente ha producido un diamante, estará contento.  Si su “diamante” brilla con suficiente luz que se puede publicar y leer, estará aún más contento. 

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