martes, 15 de abril de 2008

A más lenguas, más inglés.

El 18 de febrero, José Luis Rodríguez Zapatero lanzó una promesa: en 10 años todos los alumnos que terminen la ESO hablarán inglés con fluidez.

Al contrario que la ONU, que sólo considera oficiales seis lenguas (el inglés, el francés, el español, el ruso, el árabe y el chino), la UE reconoce como tales las 23 de sus 27 miembros, algo que genera no pocas anécdotas: cuando en 2004 ingresó Malta sólo se presentaron 40 candidatos para las 135 plazas de traductores del maltés, una lengua con algo más de 400.000 hablantes.

Un tercio del presupuesto de la Eurocámara se destina a traducción

Un tercio del presupuesto de la Eurocámara se destina a labores de traducción e interpretación, pero en Bruselas ya es un viejo tópico matizar la cifra diciendo que esos servicios le cuestan a cada ciudadano lo mismo que un café al año. "La diversidad lingüística constituye el fundamento mismo de la idea de Europa". Además, sostiene, sería difícil defender la legitimidad de una Unión que se expresara en un idioma que no fuera el de cada ciudadano, sobre todo teniendo en cuenta que casi la mitad de los habitantes de la UE sólo entiende su propia lengua. "Si ignoramos alguna, corremos el riesgo de que sus hablantes pierdan el interés por las ideas europeas", "Las lenguas no son intercambiables, ninguna es imprescindible pero ninguna es superflua".

Cada nueva ampliación de la UE fortalece el inglés como lengua común

Cuanto mayor es la dispersión de lenguas mayor es la importancia de unas pocas comunes, es decir, cuantos más idiomas promueva la UE, mayor será el peso del inglés, el francés y el alemán, lenguas en las que se gestiona el 90% de los asuntos comunitarios.

"Las lenguas están hechas para entenderse, y la excesiva diversidad dificulta la comunicación. Por eso la gente acude a una común. Así, la existencia de centenares de lenguas en América favoreció la expansión del español. Hasta mediados del siglo XIX, sólo un tercio de la población americana lo hablaba. Sin perder de vista que era la lengua administrativa y conocerla aumentaba las posibilidades de promoción social. Cuando una lengua se convierte en camino hacia el poder, su uso se multiplica.

La regla de que a mayor diversidad, mayor concentración no la sufren sólo las lenguas con pocos hablantes. Incluso una de tanta tradición como el francés vio mermada su influencia con la entrada en la Unión de Austria, Finlandia y Suecia en 1995. En ese ámbito, el demográfico, el español ocupa el quinto puesto tras el inglés, el italiano y el francés y al mismo nivel que el polaco.

¿Qué hacer? ¿Resignarse a que los teóricos del europeísmo promuevan la diversidad idiomática mientras la práctica cotidiana tiende irremisiblemente hacia la concentración? Ante esa pregunta, Maalouf responde "lengua personal adoptiva", es decir, una tercera lengua distinta de la "identitaria" y de la internacional de comunicación (o sea, del inglés). Se trataría, además, de facilitar los negocios bilaterales entre países sin tener que pasar por una lengua ajena a los dos interlocutores.

"A veces se desaprovecha la proximidad entre las propias lenguas románicas y vemos a estudiantes italianos y españoles hablando en inglés", apunta Albert Branchadell, profesor de traducción e interpretación de la Universidad Autónoma de Barcelona y presidente de la Organización por el Multilingüismo. Para él, la propuesta de la lengua adoptiva es interesante pero "complicada como realidad a corto plazo. Sobre todo teniendo en cuenta que en España, el nivel de inglés es deprimente".

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