A veces, nos sonreímos cuando vemos que alguien le
habla al perro o al gato. Nos puede parecer que está loca. En cambio, nos
parece normal cuando alguien escucha a los pájaros y nos dice que están
asustados porque se aproxima una tormenta, o que están felices porque esa
mañana ha salido el sol y han encontrado fácilmente el grano.
Esto me sirve para intentar explicarme porque cuando
vemos a alguien que habla a un edificio nos parece un loco; mientras que cuando
una guía nos explica la historia de un edificio nos abre a un nuevo
conocimiento que, para quienes no tenemos la capacidad de escuchar a las
piedras, nos estaría vedado.
Si han visitado un museo y por falta de tiempo,
desinterés, economía o ausencia de guía; han realizado la visita por cuenta
propia; quizás no habrán escuchado a las obras allí presentes, a sus autores;
quizás han oído murmullos como cuando entramos en un local lleno de gente pero
que no conseguimos individuar las conversaciones.
Por eso, cuando al visitar el IAACC, y a través de la
guía empecé a oír con nitidez las palabras de Pablo Serrano, a sus obras, al
edificio; pensé que cualquier museo necesita al menos dos visitas: la primera
con intérprete y la segunda a solas.
Conviene que la intérprete sea una maestra porque
solo ellas saben enseñar a escuchar, como nos enseñan hacerlo cuando vamos a la
escuela.
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