“Kanazawa significa “marisma de oro”, nombre que hace referencia a la riqueza obtenida con el cultivo del arroz” La organización de sus calles es laberíntica porque la ciudad se diseño en torno al castillo y, durante la II Guerra Mundial, la ausencia de objetivos militares evitó que se destruyeran edificios históricos (VIAJES PIRENE, s.f.)
De camino, nuestra guía nos ha explicado la jerarquía en la época de los Samurai. Los guerreros o “caballeros armados” eran los Bushi, un 20% de éstos alcanzaban la categoría de Samurai. Todos ellos estaban al servicio de un señor feudal o Daimyo que tenía que tener al menos 10.000 vasallos a su servicio. Varios daimyo debían lealtad al Shogun (me pareció entender que, salvando distancias espacio temporales, vendría a ser como el presidente en una monarquía parlamentaria, pero sin parlamento) y, por encima, de éste estaba el Emperador. En realidad, el poder estaba asociado al número de vasallos a tu servicio y eran frecuentes las traiciones por lo que un shogun podía pasar a ser el daimyo y viceversa.
La segunda visita es al Jardín de Kenroku-en en lo alto de la ciudad lo que permite que desde su lago baje el agua por diferentes recorridos llenos de pequeñas cascadas y la fuente que funcionan por la presión natural y puede alcanzar hasta los 3,5 metros de altura, indicador de la intensidad del manantial. El jardín formaba parte del castillo que fue reconstruido en 2001 utilizando madera como se hacia en el siglo XVI. A la pregunta: ¿por qué los pinos están cuidados en Japón? La respuesta es que hay un "jardinero de pinos". (Para más información pincha en el enlace)
La tercera visita es al distrito de las geishas Higashi, donde visitamos la de Shima donde tenemos que dejar todas pertenencias en una taquilla, incluidas las cámaras de fotos. Recibimos explicaciones de las estancias y permiten a algunas asistentes a tocar el shamisen, una especie de guitarra, sentándose como las geishas. Invitan a los y las asistentes a sonar el taiko, una especie de bombo. Los micromachismos se aprecian en la sociedad japonesa de forma frecuente o al menos son más visibles para alguien procedente de España.
La última visita es al mercado de Omicho donde se puede degustar sobre la marcha el marisco que ofrece. Los locales que se parecen a una taberna no son muy recomendables si llevas prisa porque son muy lentos en la elaboración, aunque sea un plato frío de sushi.
De vuelta al autobús, nuestro destino Nagano. Hay diferentes caminos pero hay una petición de acercarse a meter los pies en el Mar de Japón. Esto significa una hora más de trayecto por lo que a pesar de la amabilidad de nuestro conductor Kawasaki; hay que consultar a su jefe para que lo autorice.
La parada en el mar de Japón es simbólica, quince minutos en un día gris. Llegamos de noche a Nagano donde nos alojan en la planta décima con vistas a la ciudad.
Cenamos en la estación, convertida en centro comercial y con gran actividad. Comemos en el Midoribest que figura como uno de los mejores sitios para probar el soba. Tiene la posibilidad de mesas al estilo japonés pero nosotros elegimos el modo occidental con sillas y con una cesta para poder dejar todas nuestras pertenencias: bolsos, jersey,etc.
De vuelta al hotel, encontramos un restaurante con la bandera española, pero nuestra cena japonesa la estamos complementando con un yogurt que compramos en la cadena “7 eleven” o “Lawson” que siempre hay una junto al hotel abierta hasta las diez o las once de la noche.
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