Cuando subo a un transporte público: autobús, tren, avión; no sé si es mi tendencia a la investigación, mi pasión por las novelas policíacas o mi convencimiento de que el aprendizaje se puede producir en cualquier parte; abro mis sentidos y comienzo a mirar, a escuchar, a oler. Especialmente, escucho las conversaciones. Alguno me considerará alcahuete, pero lo hago para aprender porque la "torre de marfil" del profesor universitario puede convertirse en realidad si no abandonamos nuestros despachos, nuestras aulas.
Vale de rollo que parezco un estudiante que no sabe cuál es la respuesta a la pregunta de examen.
Ocurrió el otro día en el tren. Tres jóvenes, de buena mañana, hablaban de su experiencia universitaria (supuse que en la actualidad estaban haciendo un máster en una de esas caras escuelas de negocios) y manifestaban:
- como se aprecian diferencias de exigencia según el profesorado fuera novato o despreocupado
- como hay profesorado que le "gusta" que vayas a clase aunque luego duermas o hagas otra cosa.
- como valoraban la puntualidad.
- como había profesores "que se acuerdan de mí"
- como algunos centros se ganan el desprestigio porque su nivel de exigencia no es adecuado.
- como había profesorado que tardaba más de un mes en dar los resultados de las pruebas de examen.
Para que quiero una encuesta, a lo mejor era más rentable enviar un "espía" a oír en una situación informal a nuestros estudiantes lo que cuentan de sus experiencias del proceso de enseñanza - aprendizaje.
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