viernes, 3 de octubre de 2025

Naturaleza feraz junto a la ciudad (JIV)

Esta mañana repetimos la visita a la playa a las seis de la mañana. Nos cruzamos con bastante gente que pasea el perro o se dirige a su trabajo. La vida, como dije en la entrada anterior, comienza temprano.

De vuelta, desde la terraza de la habitación, contemplo una imagen que me parecía de Internet: ocho coches de policias, ocho, con sus ocho agentes (uno por coche, también aquí llegaron los recortes y ya no van dos por coche) rodean a un indigente al que tienen arrodillado y con las manos esposadas.

Hemos decidido ir a visitar la cascada Manoa que se encuentra a una hora aproximada desde nuestro hotel, treinta minutos en bus y treinta minutos caminando.  

Adquirimos la tarjeta HOLO por diez dólares nos permite utilizar cuantos buses queramos. Se adquieren en negocios ABC que se pueden encontrar en muchos lugares. Google Maps nos indica el número de autobús que debemos tomar y el trasbordo que hay que realizar. Los autobuses tienen indicador de las paradas en las que va circulando y siempre queda recurrir a la amabilidad de los conductores o las conductoras. 

Los autobuses me dieron mucho material de observación y de análisis: 

  • a) las personas con sillas de ruedas motorizadas o no suben por una rampa que el conductor baja, éste luego se encarga de que la silla quede perfectamente anclada en el lugar adecuado. Una vez concluido todo el proceso el autobús sigue su marcha.
  • b) aunque tienen información electrónica y pulsadores eléctricos, permanece la cuerda para avisar la parada como ocurría en los tranvías de mi infancia.
  • c) llevan portabicicletas en la delantera que el usuario coloca y que el conductor espera a que esté colocada adecuadamente.
  • d) la refrigeración va a tope, es un refugio climático. Recomiendo a los frioleros llevar algo de abrigo.
  • e) en ciertas ocasiones el conductor activa un mensaje en la pantalla en la que se dice que hay alguien sospechoso o una actividad sospechosa en el autobús.


El camino a la cascada es a través en una selva tropical: frondosa, debemos ir por el camino que se encuentra embarrado aunque no ha llovido esta mañana. Al final de un recorrido de unos veinte minutos, nos encontramos con una cascada que apenas tiene agua, pero el camino ha merecido la pena. Se escucha el silencio y vamos como por la selva con la seguridad de que a la vuelta encontraremos el autobús de vuelta.

Al mediodía, vuelta al hotel porque aunque la temperatura no sube de los 32 grados, el grado de humedad hace que al mediodía el calor resulte insoportable.

Por la tarde, decidimos visitar el museo de Obama, el presidente americano que nació en Honolulu, pero no lo vimos porque al llegar al edificio que se indicaba en Internet, no había ninguna indicación que nos hiciera encontrarlo. Así, que volvemos a tomar el autobús y regresar a Waikiki para ver a los surfistas en la playa del parque de Kapiolami y hacernos fotos con las estatuas del primer surfista, el Duque y la de estatua de Mahatma Gandhi que fue encargada por el Instituto Internacional Gandhi para la Paz para simbolizar el espíritu de la "Ohana" (familia hawaiana) y la paz. 

Ya es de noche, cena antes de las ocho y a las diez en la cama. Cansados de caminar a pesar de nuestros recorridos en autobús, el sueño nos atrapa.

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