jueves, 19 de marzo de 2009
Baobab
Hoy estoy perezoso y voy a aprovechar mis primeras entradas (año 2007) que no fueron muy comentadas. Quiero pensar porque eran los comienzos y era verano.
Un colega italiano cercano a la jubilación en un momento de inspiración dijo:
"Ancora oggi nelle popolazioni africane l'anziano è considerato un saggio fonte del sapere, venerato, riverito e servito e a lui vanno riservate le migliori fanciulle.
Nelle sporche civilità occidentali capitaliste y de mierda l'anziano viene al contrario considerato un pirla, un essere inutile che rompe i coglioni e affetto da tutte le degenerazioni cerebrali possibili ed immaginabili.
¡Coño! Me voy debajo de un árbol de baobab filosofar de como es bonito y apagante oír, en la oscuridad de la noche rociada de estrellas, el grito de una hembra de licaón en celo al destello de las luciérnagas.
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2 comentarios:
El problema no es de los jóvenes, es de esta sociedad que desecha lo viejo por obsoleto e inservible, prima lo nuevo, lo bonito, lo fashion.
No aprovechamos la sabiduría de los mayores, enseguida los apartamos, no dejamos que formen parte de nuestras tribus.
Me pido otro baobab.
Tu colega italiano tiene razón.
Es la cultura de las civilizaciones - europea y africana- la que marca las diferencias ya desde antiguo. Recordemos la fábula de Esopo sobre el caballo, el buey, el perro y el hombre:
"Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de vida. Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el invierno edificó una casa y habitó en ella.
Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no pudiendo el caballo aguantarse más, llegó corriendo a donde el hombre y le pidió que le diera abrigo.
Le dijo el hombre que sólo lo haría con una condición: que le cediera una parte de los años que le correspondían. El caballo aceptó.
Poco después se presentó el buey que tampoco podía sufrir el mal tiempo. Contestóle el hombre lo mismo: que lo admitiría si le daba cierto número de sus años. El buey cedió una parte y quedó admitido.
Por fin, llegó el perro, también miriéndose de fríao, y cediendo una parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.
Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los años pedidos al caballo , son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del vuey, se dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final de su existencia, vuélvense irascibles y malhumorados".
Ante un pensamiento o crrencia cultural y social tan arraigado, no queda otra que intentar sobrellevarlo lo mejor posible. Como decía Ortega y Gasset "la realidad de la vida consiste, pues, no en lo que es para quien desde fuera la ve, sino en lo que es para quien desde dentro de ella la es, para el que se la va viviendo mientras y en tanto que la vive"
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