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Mariano Gállego
Lección de pedagogía
UN día después de la tensa
inauguración del curso académico de la Universidad de Zaragoza –con decenas de
manifestantes protestando contra los recortes en la puerta del Paraninfo–, el
decano de la Facultad de Educación, Enrique García, escenificó el pasado martes
su propia apertura y lo hizo de manera muy singular: convocó a su comunidad
educativa al pie de las obras del edificio, de la facultad, paralizadas desde
el pasado mes de julio por la indiscriminada supresión de inversiones decretada
por el Gobierno de Aragón. Era su particular manera de justificar in situ por
qué sus profesores y alumnos deben diseminarse este curso por ocho ubicaciones
diferentes de Zaragoza. Nada menos que 2.200 universitarios deambulando entre
clase y clase por el campus de San Francisco, mendigando un aula donde
estudiar.
Pero el decano de la Facultad de
Educación fue más allá. Anunció que ha remitido una carta a los integrantes de
la lista que elabora la revista económica estadounidense ‘Forbes’, esa que
clasifica a las personas más ricas del mundo, con la intención de conmover
algún alma y conseguir, por caridad, suficiente dinero para culminar la
construcción del edificio. El decano está dispuesto a bautizar a la nueva facultad
con el nombre del mecenas de turno.
La idea puede parecer absurda, aunque en
ningún momento me ha dado la impresión de que el profesor Enrique García
hablara en broma. Pero no me negarán que la rogativa está cargada de
imaginación... y de no poca socarronería. A quien sí deja en evidencia la
particular propuesta de nuestro decano es a nuestras autoridades, incapaces de
comprender que la educación es un pilar básico para encarar la crisis con
alguna garantía. Toda una lección magistral sobre cómo se derrumba nuestro
sistema educativo público sin que las administraciones asuman sus
responsabilidades.
Con su especial apertura paralela
junto a las vallas de unas obras inacabadas, el decano de la Facultad de
Educación ha hecho más pedagogía sobre la inconveniencia de ciertos recortes
que cualquier manifestación, sencillamente porque ha colocado delante mismo de
las narices de nuestros gobernantes el esperpento y la vergüenza de una clase
política que en unos momentos tan delicados se equivoca al establecer las
prioridades.
mgallego@heraldo.es
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