Hubo un tiempo en que la evaluación se reducía a considerar el rendimiento del alumno, pero con la proliferación de la formación continua, con la mezcla entre formación y promoción, en los cursos de formación continua dejo de evaluarse el aprendizaje y se paso a evaluar el proceso de enseñanza exclusivamente.
Es cierto que todo debe evaluarse: el rendimiento, la competencia docente, la utilización de los recursos, la adecuación de los espacios, la pertinencia de los objetivos y de los contenidos; pero tendemos a los movimientos pendulares: todo de ésto o nada de ésto.
¡Qué difícil resulta el equilibrio y la homeóstasis!
En la formación continua, además de saber si el profesor es ameno, simpático o ha caído bien a los alumnos; será conveniente saber si los estudiantes han alcanzado los objetivos que se preveían o bien simplemente han "calentado la silla" unas tardes lluviosas del mes de abril.
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