Un artículo de Toni Silva, en la Nueva España. Fue compañero en la Universidad Laboral de Córdoba.
"Permítanme escribir hoy de las Universidades Laborales (UULL), esa gran institución educativa que existió entre 1955 y 1978. Yo, igual que otros 142.050 españoles de la clase obrera, pude estudiar gracias a ella, sin duda la más positiva de las creaciones del franquismo, juntamente con la Seguridad Social. Por cierto, ambas iniciativas estuvieron ligadas al palentino José Antonio Girón de Velasco, Ministro de Trabajo desde 1941 hasta 1957, cuando el régimen empezó a maniobrar para salir de las aguas de la autarquía y se arrimó a EEUU, que nos necesitaba para la guerra fría. Los tecnócratas se impusieron al falangismo dentro del gobierno de Franco y neutralizaron a Girón, acusándolo de despilfarro en las UULL, especialmente en la de Gijón, buque insignia de todas ellas.
Ahora se cumplen 50 años de mi ingreso en la Universidad Laboral “Crucero Baleares” de La Coruña (de arquitectura espartana y racionalista, nada que ver con la monumental de Gijón) con 11 años para empezar el Bachillerato, dejando atrás mi escuela de Torre, mi familia y mis amigos. Naturalmente, hubo en ello un algo de desgarro (sobre todo par a mis padres, siendo yo hijo único), pero me adapté como pude al régimen de internado, pues me habían repetido tantas veces que tenía que aprovechar aquella oportunidad que me aferré a ella como náufrago un madero. Y aferrado conseguí acabar la carrera, conservando hasta el final la beca de las Mutualidades Laborales, que era un montepío un seguro pagado por los obreros españoles al que Girón de Velasco endosó el coste de la construcción de las UULL y de las becas de los estudiantes. Como mi padre trabajaba en el lavadero de Torre, su Mutualidad era la de Extractivas, y esa fue la que pagó mi beca. Gratitud eterna debo. Se dice que en los años 60 cada alumno costaba 32.500 ptas., que en los años 70 pasaron a 100.000 para la “beca salario” de la carrera.
Las Mutualidades se dieron por extinguidas (junto con las propias UULL y varios organismos más, como el INP o el PPO) en 1978, por un decreto del gobierno de Adolfo Suárez. La nueva democracia española no supo (ni intentó) encajar aquellos formidables centros, dependientes del Ministerio de Trabajo, en el sistema del Ministerio de Educación y Ciencia, e hizo lo más fácil: cerrarlas, quitárselas de encima y transferirlas a las comunidades autónomas, que por entonces se estaban inventando a sí mismas y no tenían tiempo, ganas ni capacidad para darles un sitio y un contenido. Cada uno de los centros pasó por su propio calvario (algunos incluso criando maleza) y en la actualidad unos son institutos y otros centros universitarios. El de Gijón, orgullo ayer de la clase obrera, purgó su pecado original franquista durante años hasta que el gobierno de Álvarez Areces se gastó una millonada para crear allí un fistro llamado “Laboral Ciudad de la Cultura”, una cosa tan inútil, deficitaria y absurda como el Centro Niemeyer.
La idea embrionaria de las UULL surgió en 1948, en reuniones de Girón con antiguos alumnos de la Escuela de Capacitación Social de Trabajadores, creada en Madrid en 1942 y dependiente del Ministerio de Trabajo, y creció tomando como guía la Universidad del Trabajo Paul Pastur, fundada en Charleroi, Bélgica, en 1903, bajo postulados socialistas. Aún existe, para ejemplo y oprobio del estado español, que devora a sus hijos como el Saturno goyesco. El anuncio público lo hizo Girón en Sevilla el 2 6 de noviembre de 1950, en una arenga inequívocamente falangista a los mandos de las Mutualidades y Montepíos Laborales: “Con el dinero de los Montepíos, camaradas (…), vamos a rescatar al proletariado de la esclavitud. Sois los primeros españoles a quiene s confío este plan de Franco, porque sois vosotros, los rectores de los Montepíos, quienes tenéis que realizarlo (…). Vamos a crear gigantescas Universidades Laborales (…) donde se formen, además de obreros técnicamente mejores, hombres de arriba a bajo, capacitados para todas las contiendas de la inteligencia, entrenados para todas las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del Poder (…) Atención, camaradas. Vigilancia y decisión. Tratarán de decirnos que estamos locos”. El aviso fina l no va dirigido a la oposición de izquierdas, inexistente entonces, sino a los enemigos de la revolución falangista dentro del régimen, que eran también los enemigos que ya tenían las UULL antes de nacer. Antes de que cesaran a Girón, tuvo tiempo de inaugurar las UULL de Gijón, Sevilla, Córdoba y Tarragona, además de impulsar la de Zamora. En 1978 se inauguró la última, la de Vigo.
La idea de Girón para las UULL, y de su ilustre e ilustrado Subsecretario, el zamorano Carlos Pinilla Turiño, era superar a los Institutos Laborales con una amalgama de escuela técnica socialista (como la belga de Paul Pastur), de elementos pedagógicos krausistas liberales (educación integral de la persona, cosa que se hizo muy bien) y de democracia orgánica vertical, jerárqu ica y fascista. Todo ello iba junto y bastante revuelto en el paquete, y supongo que también dentro de la cabeza de Girón. Lo que se pretendía era, en terminología gironiana, aplicar desde el gobierno la revolución falangista: emancipar al obrero a través de la cultura para que, por una parte, España consiguiera una producción aceptable dentro de la feroz autarquía de la época, y, por otra, crear una nueva clase social de técnicos (o “cuadros intermedios”) que fueran capaces de dirigir fábricas, empresas, e l sindicato, corporaciones y poco más, dejando las altas esferas del poder para los elegidos por el dedo de Franco. Tan cándido planteamiento no podía salir bien y no salió, ya que, aparte de la caída en desgracia del propio Girón, los alumnos de las UULL, y especialmente a partir de 1964, no se creyeron la milonga de ser los elegidos para pastorear la España obrera del franquismo, sino que cada uno luchó luchamos-- para conservar la beca y buscarse la vida. Lo que sí salió bien fue la excelente educación r ecibida en las UULL tanto a nivel académico (se estudiaba en serio para no perder la beca) como humano, con actividades diarias de todo tipo y una riquísima convivencia entre muchachos de toda España. En mi clase había incluso uno de La Gomera, lo más recó ndito del país, aunque el primero que conocí nada más llegar era de Posada de Llanes, Juan Carlos Villaverde Amieva, más tarde compañero también en la UL de Córdoba y en la Facultad de Filología de Oviedo, y siempre amigo fraternal. También había en la UL de La Coruña en 1967 uno de Berbes, Jorge Luis Pando, otro de Posada, Evaristo Llaca, dos de Infiesto y varios asturianos más. La inmensa mayoría procedíamos de familias obreras y de pueblos, no de ciudades, lo cual afirma la idea fundacional de dar acceso a la educación a los más desfavorecidos de la nación.
En la foto que acompaña al artículo, de 1º de Bachillerato, salimos los tres con la ropa que nos daban, incluida en la beca. Camisas, pantalones, jersey, cazadora, zapatos, botas, ropa de deporte, albornoz... y dos monos de trabajo (como el que lleva Villaverde en la foto), que se usaban solamente para dos horas semanales de trabajos manuales. Tan surrealista dispendio era producto de que en principio las UULL estaban enfocadas solamente a enseñanza s técnicas y oficios, con muchas horas de taller. Nuestra quinta fue de las primeras en cursar Bachillerato General (y no Bachillerato Laboral), pero el aparato gestor no se había actualizado y nos seguían dando los dos monos de taller. El otro chico de la foto se apellidaba Roces Tamargo y era de La Felguera; llegó con su madre, recién enviudada de un minero, y al verme asturiano y grandón me rogó, llorando, que cuidara de su hijo. Me impactó. El chico no se adaptó al régimen de internado y acabó abandonan do la Uni. Yo no pude hacer mucho más que cuidar de mí mismo, que les aseguro no era poco en aquella situación tan nueva para todos nosotros, tan niños y tan lejos de casa.
TONI SILVA
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