La frase de Hernán Ruíz en Leyendas Aragonesas:
"Como ilustrada avant la lettre respetaba las luces de la ciencia, pero la historia y la experiencia le habían demostrado que era mayor el poder de los relatos. ¿Cómo se explica el éxito del cristianismo o de las predicas de Mahoma?, se preguntaba: ella misma había comprobado en sus carnes hasta que punto tres vocablos revolucionarios habían logrado acabar con
la retórica destilada por siglos de Ancient Régimen. Mariana solo creía en las historias."
Me ha invitado a pensar sobre las relaciones entre nuestro comportamiento cotidiano y nuestro comportamiento político.
En política se niega lo evidente de la ciencia: el cambio climático por ejemplo, la necesidad de la diversidad cultural, la valencia de los datos económicos, etc.
En lo cotidiano se afirma categóricamente lo que dicen muchos (verdad estadística) o lo que dicen los medios de comunicación que leemos, escuchamos o vemos.
Ocurre así porque los datos no importan y siempre pueden ser interpretados; porque frente a la objetividad ha vencido lo emocional; porque los relatos ganan a los discursos y porque los cuentos ganan a las demostraciones; porque la memoria, las "historias" predomina sobre la historia objetiva y documentada.
Parece que es época de narradores: quién cuente el cuento más bonito ganará el concurso político y cotidiano.
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