La conversación es larga intentando encontrar puntos de encuentro y de colaboración. Pero lo que más me sorprende son mis interlocutores y lo que me cuentan de los aragoneses que llegan por allí. Que llegan muchos, jóvenes y que son muy emprendedores. Es decir, que se nos escapan los mejores. A la fuga de cerebros, habrá que añadir la fuga de emprendedores, de los innovadores, de los que creen en el progreso social a través de la solidaridad con los más desfavorecidos; de los que confian en la agrupación de sumar esfuerzos antes que decir "anda que tú". Durante dos horas me he empapado de una realidad distinta a la cotidiana.
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