Estos días son noticia la universidad, la innovación y la investigación. Hay empresarios financieros que consideran un error el recorte presupuestario en esta partida. Aunque los banqueros han perdido su credibilidad desde que todos les señalamos como desencadenantes de la crisis, supongo que su reclamación —una más de las que piden asistencia económica para la formación— es de agradecer. Pero, últimamente han añadido otro requerimiento: las titulaciones deberían adaptarse al mercado. No es la primera vez que se oye esta cantinela. Externas e internas, son muchas las voces que tararean el mismo estribillo. Sin embargo, no es esta la universidad que queremos y no es ese el objetivo de futuro que deberíamos perseguir.Debemos cumplir las obligaciones inherentes a un servicio público. La Universidad existe para servir al objetivo prioritario de ser útil a la sociedad. Puede que diseñar titulaciones aplicadas y con alto contenido práctico sirva mejor al mercado en estos momentos. Pero no olvidemos que el mercado es una construcción social: hay tantos mercados como sociedades existen en el planeta y el mercado de hoy no es el mercado de mañana. Por lo tanto, adaptar las titulaciones al mercado es equivalente a comercializar productos formativos con garantía de obsolescencia. ¿Es esto lo que entendemos por servir a la sociedad?Quizá el camino más productivo a medio y largo plazo sería empezar a distinguir entre capacidades y funcionamientos. No estaría mal tener en cuenta, como hace Nussbaum, que «cuando se trata de ciudadanos adultos, el objetivo público apropiado es la capacidad, no el funcionamiento. Los ciudadanos deben ser dejados en libertad para determinar, más allá de las capacidades, el curso concreto que han de seguir. Podemos ver la lista de capacidades como una larga lista de oportunidades para funcionamientos diversos, es decir, presentes y futuros».Dicho de otra forma, lo que la sociedad necesita no es hiperespecialistas sino universitarios versátiles, capaces de adaptarse a los mercados de hoy y también a los de mañana; más aún, necesita ciudadanos capaces de transformar los mercados. Antes de la actual crisis —que ha demostrado tantas cosas— muchos habrían dicho que aquello que es bueno para las empresas es bueno para la sociedad en su conjunto. Sin embargo, es al revés: pensando en la sostenibilidad, sólo lo que es bueno para la sociedad será bueno también, a largo plazo, para la empresa. De hecho, una de esas cosas que ha demostrado la crisis es que los actuales mercados no sirven a la sociedad. En consecuencia, no hay que reformar nuestras titulaciones para que se adapten al mercado sino transformar el mercado para que sirva a la sociedad.La Universidad pública es un pilar básico del Estado del Bienestar que tanto ha costado levantar y que, para algunos, parece ser el enemigo a batir. Contrarios a este logro social y reacios a admitir sus benéficos efectos, los conservadores entienden que la enseñanza superior y la investigación deben estar al servicio de la empresa. Es decir, la misión de la Universidad sería profesionalizar los estudios para mejor servir al mercado. Pero sabemos que formar es algo más que preparar a nuestros estudiantes para desempeñar una actividad profesional. Por eso, tenemos que defender la formación integral de nuestro futuro capital humano y poner a disposición de toda la sociedad —que no del mercado— una buena oferta de ciudadanos.No perdamos de vista que la Universidad que queremos es de la sociedad y para la sociedad. Es la utilidad de la enseñanza y no las enseñanzas útiles el lema que debería conducir nuestros pasos de futuro.
Gracia Gómez Urdáñez (Colectivo de Profesores)
1 comentario:
Estupendo artículo, se puede decir más alto pero no más claro.
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