No obstante la espera de la llegada de los ciclistas fue agradable. En primer lugar, toma de posiciones
sobre el puesto más adecuado para ver los ciclistas llegar y luego estar próximos a ellos. Lo conseguimos a 1,5 km de la meta. Nosotros llegamos a las 10:00 de la mañana y los ciclistas a las 6:00 de la tarde.
Dejamos a las bicis guardándonos el sitio por dos razones: a) entre público y prohibiciones era muy difícil deambular por ese kilómetro y medio, no digamos con bici.
La meta en un lugar reducido y con pocas posibilidades es un autentico ejercicio de habilidad de conductores y organizadores. Por otra parte, los autobuses y los camiones cada vez son más grandes, además del sinfín de coches y camionetas que acompañan a los ciclistas.
La decisión de comida fue muy, muy acertada: jamón de Savoia a un precio de supermercado italiano y queso de vaca igualmente a precio conveniente, a lo que un paseo a la boulangerie, convirtió el panino de 7 euros del vendedor ambulante en 200 gramos de jamón y 225 gramos de queso y una flûte por un valor de 11 euros. Por otra parte, la calidad del jamón fue verificada por un experto como Alessandro.
Junto a nuestra bicis un árbol nos garantizó sombra por un buen rato aunque hubo que acudir al sol para recoger gorras, una camiseta "à pois", caramelos, incluso una dosis para el lavado de la ropa que ofrecía la caravana publicitaria acompañada de coches con las más estrambóticas formas.
La espera de los ciclistas también fue animada con la presencia de una liebre que corrió despavorida “monte arriba” sin darnos tiempo a captar ni una instantánea que avalase este comentario. Igualmente, un sorprendente y pequeño tornado envió una bolsa y el gorro a una altura superior a la de los helicópteros.
Luego llegaron los ciclistas, nosotros vimos que primero era el español Mikel Nieve pero que desafortunadamente fue superado en los últimos metros por los tiburones del Sky.
De la vuelta, mejor no hago comentarios porque me superaron los caracoles.
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