Si uno camina por Zaragoza, quizás Google le proponga que para ir de la calle D. Jaime a la Calle Alfonso I, pase por la plaza de Sas. Usted pensará que bien porque me apetece ir por un lugar amplio y espacioso. Pues, "ERROR". Se encontrará la plaza invadida por mesas y sellas correspondientes a cinco o seis establecimientos hosteleros. Además, un andamio para arreglar la fachada convertirá la plaza en múltiples callejones en los que podrá chocarse con una pata de una silla que está mal colocada o pincharse con un cristal de un vaso roto todavía no recogido.
Menos mal que todavía no tengo movilidad reducida porque es preferible andar por un bosque que en una ciudad. En muchas ocasiones, pienso en las personas ciegas a las que han convertido sus senderos en una vía muerta o que en aras a la seguridad antiterrorista se ha plantado un macetero de hormigón en medio de la calle.
El paseo por la ciudad recuerda a una jungla por los peligros existentes.
Todos adoran las terrazas: los hosteleros que han obtenido más espacio aunque ahora les falten empleados para atender con dignidad todas las mesas que disponen; los entusiastas de la libertad "ayusiana" porque tomar la cerveza molestando al vecindario sabe mejor y los políticos porque así se contenta al pueblo mejor: pan y circo ha sido sustituido por tapas y cervezas.
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