El viaje de Estocolmo a Oslo es un paseo de poco más de una hora. Esta despejado y desde diez mil metros el territorio resulta curioso porque el suelo nevado tiene un aspecto grisáceo como resultado de las coníferas o quizás de un sol que incide de forma tangencial. Nos sorprende la facilidad de la circulación por el espacio Schengen y por estos países, donde no nos han pedido nuestra identificación en ningún momento.
Del aeropuerto a la ciudad, lo mejor es el tren de alta velocidad que en veinte minutos te sitúa en el centro de Oslo.
Como es invierno y no es fin de semana no contamos con la ayuda de un free tour para conocer la ciudad y seleccionar a dónde dirigirnos y que priorizar.
Como en Estocolmo, elegimos tener una tarjeta de transportes que incluye la entrada a la museos y algunos otros descuentos en restaurantes. Pero no es conveniente porque el precio es elevado, unos 80 euros, y algunos de los museos están cerrados y la entrada son 100 NOK (coronas noruegas, 10 €)
Nos acercamos a nuestro hotel, ANKE donde la amabilidad y disponibilidad de la empleada no es la que hemos encontrado en Suecia. Dejamos las maletas y nos lanzamos a conocer la ciudad.
Se trata del café junto al Teatro Nacional que es el punto de encuentro de artistas y aficionados cuando hay representación. Por su decoración y las fotografías que lo adornan merecen la pena comer allí. Tampoco olvide ir al servicio donde podrá encontrar una escultura.
Luego nos acercamos a la orilla del mar para ver la magnitud del edificio de la Opera y Ballet y arriesgarnos a subir por una rampa con algo de hielo. Está situado a la derecha del puerto. Desde 2008, muestra su exterior anguloso en blanco parece surgir del agua. Durante todo el año, sus visitantes pueden subir al techo para disfrutar de las vistas a la ciudad y al fiordo de Oslo.
La oscuridad llega pronto y las calles se vacían después de las seis de la tarde aunque los comercios sigan abiertos. Estamos junto a uno de los restaurantes que figuran con descuento en la tarjeta de transporte: El Kaffistova . No tenemos que insistir en nuestro derecho a descuento. "Elijan qué comer del menú, paguen y luego se lo servimos a la mesa". El ambiente es agradable y los grupos de personas y los solitarios se mezclan, predominan los varones.
Diariamente tienen salmón u otro pescado, albóndigas con salsa, o carne de alce. El precio es muy razonable para Noruega y puedes tomar agua de jarra gratis cuanta quieras.
En la calle, una noche fría, lluviosa, en ocasiones se convierte en nieve; invita a meterse en el calor del hotel. La perspectiva desde la décima planta de nuestra habitación es suficientemente gratificante.
Hasta mañana.
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