Siempre se aprende en cualquier situación, solo es necesario observar y hacerlo con mirada crítico. Por eso aprovecho cuando soy acompañante de shopping de activar mi mirada, mi audición y mi sentido crítico.
La producción textil es una de las industrias que más agua utilizan. Por eso, ahora que el cambio climático ha acentuado la escasez del agua y el problema de la sequía; me siento muy mal cuando entro en un almacén en el que se encuentran montones de ropa en la sección de mujeres, en la sección de hombres, en la sección de niños, en la sección de jóvenes, en la sección de ropa deportiva, en la sección de lencería, en la sección de ropa del hogar. Me pregunto si algún vez la venderán porque siempre están las estanterías llenas.
Si acudimos a tiendas especializadas como Zara o Mango, seguimos encontrando más montones de ropa. Actualmente, esas tiendas han colocado un cajón para recoger la ropa que ya no usamos porque así podrán reciclarla, aunque supongo que tendrán que seguir utilizando agua para obtener de nuevo ropa.
Si acudimos a esos mercadillos callejeros de nuestros pueblos y ciudades, allí también encontraremos puestos con mucha ropa. La misma pregunta que en los anteriores lugares: ¿van a vender toda esa ropa?, ¿necesitamos toda esa ropa?
Nuestros armarios están llenos de ropa que no utilizamos porque ya no nos atrae, porque se ha pasado de moda o porque ya no nos queda bien con nuestro aumento de peso. La acumulación de ropa innecesaria no es muy coherente con la sostenibilidad, pero esa es la realidad que tenemos.
Por eso, me disgusta la incoherencia de las campañas de reciclaje cuando al mismo tiempo se fomenta el consumo innecesario y, lo que es peor, la asunción de este consumismo. Una noticia de un telediario del mes de agosto señalaba que ya habíamos consumido nuestros recursos.
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