Hace un tiempo que Joan Ferrés me enseño que la diferencia entre televisión y escuela es que en la escuela hacemos discursos y en la televisión cuentan historias. Por eso, los niños se sienten más atraídos cuando sus abuelos les cuentan historias que cuando un profesor les explica la historia.
Ahora, estoy leyendo el libro "La educación como industria del deseo" en la que mantiene que la enseñanza no es como el vender, sino como el que incita a comprar; es decir, somos o deberemos ser publicistas y no tenderos. El publicista no se queja porque el público no compra el producto que promociona, sino que se pregunta por qué diablos no es atractivo. Los profesores deberíamos hacer lo mismo: no lamentarnos de que nuestros "productos" no los compran nadie, no le interesan a nadie sino preguntarnos cómo hacer que el aprendiz se sienta atraídos por los productos, por el currículum que las instituciones consideran interesantes.
Y debemos empezar a preocuparnos más por el destinatario: sus intereses y sus necesidades y un poco menos por el contenido: por acabar el programa.
Pero es difícil convencer a un profesor que ha dedicado toda su vida a un determinado contenido, que no es lo más importante para todos, que es un poco menos importante que antes, que los tiempos han cambiado. Que si los aprendices no quieren aprender griego, el problema no es de los alumnos sino de nosotros que sino se nos queda en el almacén.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Interesante reflexión.
El publicista intenta vender ilusión, hacer realidad sueños, que el potencial cliente sepa que con lo que le ofrecen se va a sentir mejor, va a verse más guapo, más alto, más interesante.
A lo mejor tenemos que ofrecer ilusión, sueños, dar a nuestro producto otro aire, ofrecerlo de manera más agradable, más apetitosa, dejar que el interés del aprendiz sea el que maneje la barca del aprendizaje.
Solo añadiría que también es importante la autodisciplina, porque no todo lo que aprendemos tiene su atractivo... (Trabajar día a día, etc.)
A mi me gusta encontrar el atractivo en todo lo que hago, la ilusión, aprender cosas nuevas y relacionarlas con lo que tengo,
me encanta descubrir, asumir retos,
sentir que todo me sirve, y si ahora no, ya me servirá.
La disciplina me parece una palabra fea, me suena a obligación, y puedes llevar el caballo a la fuente, pero no le puedes obligar a beber.
Si no tiene atractivo, hay que buscárselo.
Publicar un comentario