Ya sé que un blog de un profesor de didáctica no es el lugar apropiado para hablar del tiempo, pero en realidad creo que voy a referirme a cuestiones de educación, de sociología, de economía y de política.
Último fin de semana de octubre, 7 p.m., 21 grados Celsius. La gente se "tira" a la calle. Si los geonosianos nos visitasen, quedarían tan perplejos como cuando en verano visitan las playas. Siempre me ha resultado paradójico la afición de la población española por ser propietaria de pisos, cuando está más tiempo fuera que dentro de ellos.
La gente pasea y pasea, mientras, los comercios (esos que ha consagrado la sociedad de consumo) permanecen vacios. No hay dinero. Merkel dice que no hay que vivir por encima de nuestras posibilidades. Pero si no consumimos, los capitalistas no ganan fortunas. Un lío.
Las masas pasean porque es lo único que les han dejado y esperan no enfermar porque hay recortes en sanidad. Tampoco piensan en procrear (y eso se hace en casa, no en la calle) porque los recortes también llegaron a la educación.
Pero yo quería referirme a las temperaturas veraniegas cuando nuestro cerebro debe pensar en iniciar el curso, preparar las navidades y visitar a nuestros difuntos ( A este paso, vamos a tener que subir al cementerio con mascarilla para evitar los hedores)
No sé si será fruto del cambio climático, pero lo que aseguro es que me cuesta mucho trabajo mental pensar que estoy iniciando un curso. Mi ecosistema térmico me prepara para las vacaciones.
martes, 25 de octubre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario