1. Militantes o activistas. Hay que reconvertir a los militantes y simpatizantes en activistas. El paradigma del autobús, como sublimación de la capacidad organizativa, está agotado. Los militantes no son atrezzo ni extras, son personas.
2. Casas o causas. Menos casas y más causas, es lo que se siente en las redes sociales. En Internet no le preguntamos a la gente de dónde viene, sino dónde quiere ir. Aunque sea un futuro borroso en palabras de Steven Johnson.
3. Sedes o redes. La respuesta nos la da hasta Eduard Punset.
4. Consignas o ideas. No se puede liderar la sociedad sin ideas. Se necesita una organización que se parezca más a un laboratorio o a una productora cultural que a la clásica concepción de partido de masas complacientes y obedientes. Sin debate, no hay política, solo gestión de la contingencia administrativa. Los partidos se han quedado sin personas, y sin ideas. Y no sabemos qué fue primero. Si la gente que estaba se quedó seca de tanto aplaudir y asentir, o si la esclerosis política empezó con el abandono, el cansancio y la decepción de muchas de estas personas.
5. Ritos o experiencias. La liturgia política es demasiado previsible y burocratizada. Se deben repensar, con mucha más imaginación, riesgo y experimentación, todas las praxis políticas orgánicas. Son ceremonias protocolizadas, no vivencias ricas. La sensación de agotamiento formal y agarrotamiento de la vida de partido aleja y evidencia una ruptura en las formas de socialización y una estética patética en el día a día (y simplemente escenográfica en los períodos electorales). Se trata de vivir la acción política como una experiencia vital, que se siente, que te compromete, que te emociona… Hay que convertir la militancia en una fiesta, en el sentido profundo de la palabra. Experiencias que dan sentido, no que lo hurtan.
6. Delegados o votos. La ola democratizadora que remueve todas las aguas. La política formal ofrece el momento decisivo cada 1.460 días, en una sola jornada electoral, sean comicios o congresos. Pero la gente quiere opinar y ser decisiva cada día. Ya no esperarán pacientemente. Quieren decidir activamente. Hemos pasado del examen de final de curso (elecciones) a la evaluación continua (democracia vigilante) y se debe abrir paso -con ayuda de la tecnología- a las encuestas, las consultas, los referéndums y las grandes elecciones abiertas a todos los militantes, simpatizantes y electores, en función del ámbito o tema a decidir.
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