a)
como
capacidad efectiva de justificación ética de lo que hace, y
b)
como
rendición de cuentas públicas de cómo y por qué se obtienen determinados
resultados.
“Cinco facetas en concreto integran la perspectiva ética en cuestión: una ética de la justicia social, una ética de la crítica, una ética de la profesionalidad, una ética del cuidado y una ética comunitaria democrática.”. (Escudero, 2009:93)
NO es posible eludir o tratar
de soslayo contenidos políticos e ideológicos relacionados con la educación, la
escuela o la profesión docente.
El enunciado es suficiente. La
ética tiene que ver con la responsabilidad que tenemos hacia cada uno de
nuestros alumnos y de que logre sus objetivos de aprendizaje.
Dos cuestiones se asociación a
esta ética: la atención a la diversidad y las relaciones humanas y respetuosas
entre los intervinientes del proceso educativo que va más allá de las aulas.
“Humanizarlas, plantearlas
sobre un respeto mutuo, cultivar la confianza, mostrar de modo fehaciente el
interés por el bienestar de los estudiantes sin merma de la exigencia de
esfuerzo y responsabilidad necesaria, apoyar y buscar complicidades, resistir la
tentación de tirar más balones fuera que los razonables, servir como un modelo
personal y social de educación y civismo, sentirse responsable de que todos y
cada uno puedan dar de sí lo máximo posible –por cerrar aquí la lista– son
facetas personales, emocionales y sociales del profesorado que requieren una
atención expresa”.
(Escudero,2009:96)
Se refiere a la necesidad de
asumir los valores de la necesidad del aprendizaje permanente o aprendizaje a
lo largo de toda la vida profesional, así como la necesidad de aprender a
trabajar en grupo. Por tanto, es necesario que la formación inicial y
permanente contemple el trabajo en grupo no como un capricho o una cuestión de
repartir el esfuerzo, sino como una necesidad de una profesión en la que se
precisa el trabajo coordinado de todos los que intervienen en ella.
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