lunes, 3 de junio de 2013
Asomarse al exterior
El primer título fue: "Aprendiendo fuera de las aulas", pero el que aparece surgió escribiendo este texto y creo que es más periodístico.
Llevo varios días pensando en este asunto: ¿Dónde aprendemos en las aulas o fuera de ellas?
Incluso algunos ya lo han hecho y escrito antes que yo. Véase esta reflexión de este profesor de instituto.
Pensemos en el principio de realidad, en la motivación inherente a las actividades que realizamos en nuestra vida cotidiana. Esas actividades llevan aparejada un elemento emocional que raramente se da en las aulas sobre todo si no son de educación infantil.
Las emociones van desapareciendo del sistema educativo según se asciende en edad y permanece fuera del recinto escolar en bachillerato y la universidad. Hasta las carreras universitarias más vocacionales como medicina o magisterio, se convierten en aburridas para los jóvenes.
Lo de aprender fuera de las aulas no es nuevo: ya en el siglo pasado pasado, es decir, en el siglo XIX, la Institución Libre de Enseñanza llevaba a estudiar Ciencias de la Naturaleza al campo donde crecen las plantas y se pasean los animales.
En la educación permanente, se habla de ámbitos de aprendizaje no formales e informales, porque cualquier lugar es bueno para aprender: en el museo, en el autobús, en la calle, en una feria, en una fábrica, escuchando a una persona mayor, a un alfarero, a un artesano, etc.
Por eso, mi invitación es ASOMARSE AL EXTERIOR. Muchos profesores dicen estar de acuerdo con ella, pero luego añaden que "no tienen suficiente tiempo para acabar el programa" o que "necesitan explicar unos conceptos" [muy básicos pero que son olvidados porque no emocionan, porque el estudiante no entiende para qué diablos le van a servir]
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