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HERALDO DE ARAGÓN. ECONOMÍA Y NEGOCIOS. (22/02/2015)
En las elecciones presidenciales de 1992 en EE. UU., un bisoño gobernador de Arkansas venció a un todopoderoso inquilino
de la Casa Blanca, George Bush (padre),
que acababa de ganar la primera guerra
del Golfo. Lo logró con un lema
contundente: «¡Es la economía,
estúpido!». Bill Clinton se
impuso con el compromiso de dedicar más atención a la economía que a la política exterior. Desde entonces, esta memorable frase ha sido utilizada frecuentemente en las campañas electorales. Y la próxima en España, ya inminente, no va a
ser una excepción.
Ahora bien, para mejorar de
verdad la situación, para no ser
los campeones de Europa en desempleo, para ser un país más desarrollado y con mayor calidad de vida,
el camino no es simplemente la economía
sino una apuesta contundente por la educación. Y es ahí donde los gobiernos están fallando. Han metido la tijera de la austeridad a troche y moche, sin reparar que donde menos hay que recortar es en la
palanca que nos va a catapultar para
salir de la crisis. Había que mejorar la
forma de gastar, pero no había que
reducir los presupuestos de
colegios, institutos, universidades,
labora- torios de investigación, organismos de formación continua, centros de
excelencia...
Los políticos son cortoplacistas por definición: ante todo les interesa ganar las elecciones. Por eso les cuesta invertir en educación. Ahora bien, los ciudadanos sí que
podemos exigir a los gobernantes que
atiendan a nuestros intereses, no a los
suyos. En realidad, nos jugamos en
futuro porque, como dice un viejo proverbio chino, «quieres un año de prosperidad, cultiva ce- real; si
quieres diez años de prosperidad, planta
árboles; si quieres cien años de
prosperidad, educa a personas»
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