lunes, 2 de mayo de 2022

Fútbol y Educación

 Por motivos ajenos a mi interés por el futbol espectáculo, comencé a acudir al estadio hace una década.

Después de la experiencia, afirmo que debería prohibirse ir a los estadios hasta alcanzar la mayoría de edad política al menos, incluso me atrevería a decir de la mayoría de edad de personalidad.  

Mis razones para esta radical declaración se justifica por los comportamientos que observo no en la grada, sino en el campo donde los profesionales del fútbol y del arbitraje se muestran al público.

El engaño, la pillería, la injusticia

- Los jugadores simulan las faltas y la simulación no es sancionada por el arbitro.

- Se puede empujar o agarrar al contrario siempre que los árbitros no te vean.

- Si interesa se pierde el tiempo de juego cocn celebraciones, cambios de jugadores, jugadores que se tiran al suelo porque tienen un calambre o están cansados.

- El árbitro se equivoca pero siempre lo hace mas hacia un lado que hacia otro.

- Las árbitros son intransigentes a veces porque les han tomado el pelo en anteriores ocasiones, pero reparten la intransigencia de forma aleatoria.

- Han montado un carísimo invento tecnológico, el VAR, para que siga siendo el árbitro solitario el que toma las decisiones.

Esto no seria muy grave si se acotase en el fútbol profesional. El problema es cuando estos comportamientos y actitudes se trasladan a los partidos juveniles, infantiles, alevines y de patio de colegio. Acérquensen a un partido de esos y verán cómo los niños imitan esos comportamientos. 

La grada zaragocista tampoco es muy educativa. Los psicólogos positivistas deberían explicar a los aficionados que es improductivo pitar a sus propios jugadores cuando estos han cometido un fallo o han recibido un gol.

En resumen, como espectáculo esta bien pero como actividad formativa resulta carente de los principios básicos.

P.E. El día 30 de abril el Real Madrid consiguió la Liga. En la celebración de los aficionados, varias casetas de la Feria del Libro sufrieron destrozos en el techo al que se subieron. SIMBÓLICO.

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