Para desplazarse por Dublín lo mejor es caminar o ir transporte público. El taxi es un medio bastante barato aunque el taxímetro suba impertérrito en los atascos, aunque también existe la opción de Uber de precio fijo pero quizás más lenta porque tarda a llegar al punto de encuentro por las condiciones del tráfico. También puedes subirte a uno de los gigantescos autobuses de dos pisos o también a un moderno tranvía.
Pero para recorrer Irlanda, la opción es alquilar un coche. La circulación por la izquierda es difícil para los acostumbrados a hacerlo por la derecha; pero yo, debido a que debo ser un zurdo contrariado, me encuentro cómodo con esta forma de conducción. No digo que al principio me cueste no subirme a los bordillos del lado izquierdo, pero una vez abordado el primero las rotondas te parecen fáciles. Podría seguir hablando de la experiencia de conducción pero haré solo dos afirmaciones: a) los conductores de la República de Irlanda son amables y comprensivos con tus errores; b) las carreteras son estrechas y debes ser no agresivo en tu conducción.
Realizamos todos los trámites del alquiler y “carretera y manta, en este caso impermeable” Nos dirigimos hacia el sudeste. La próxima parada Enniskerry, un coqueto pueblo al inicio de las montañas de Wicklow que atravesamos a través de una carretera militar (en Aragón le llamamos pista). El paisaje de vegetación baja con un colorido especial por la presencia de sábanas moradas de brezo es maravilloso. Donde el "maps" indica Wicklow National Park nos paramos a contemplar el paisaje con un pequeño lago. No hay centro de interpretación, no hay una caseta, tampoco hay árboles, la altura no es mucha pero la presencia del viento fuerte y helador nos obliga a volver rápidamente al coche. No hay ni refugio ni restaurante, así que en la bajada, en un apartado de la estrecha carretera, nos detenemos a comer los alimentos que compramos con previsión en el supermercado antes de adentrarnos en este territorio.
Las horas en estas carreteras pasan a una media de 60 kms/hora sin contar las paradas, así que debemos apresurarnos para llegar a nuestro alojamiento en Waterford. No siempre hay flexibilidad horaria para el check in y aunque, últimamente, el sistema de códigos lo facilita, no resulta fácil encontrar las ubicaciones incluso siguiendo las indicaciones de google maps por la noche.
Una vez tomado posesión del alojamiento nos dirigimos hacia el mar. Hay mucho tráfico: es viernes y muchos tramos con obras. Pero llegamos hasta el pueblo de Dunmore Est, pueblo turístico con algunas casas típicas de techos vegetales. Nos acercamos al The Strand Inn que posee una terraza al sol para contemplar el atardecer. De repente, comenzamos a ver que instalan unos micrófonos y altavoces con su correspondiente mesa de control y aparece una pareja con violín, él y con guitarra ella. Pero antes de comenzar a cantar, el alcalde y presidente del condado de Waterford, con su toisón colgado al cuello nos da un discurso de bienvenida.
Escuchamos unas canciones de música country americano de Virginia y nos retiramos a nuestros aposentos para descansar. Mañana más kilómetros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario