domingo, 12 de agosto de 2018

Londres, domingo y lluvia.

En la domenica matinal, nos dirigimos al Museo britanico porque llueve  pero todos han pensado lo mismo. Así  que al cabo de 20 minutos y ver dos momias nos vamos por la imposibilidad de poder contemplar algo con espacio y tiempo debido a la acumulación de un público ansioso de conocer o de  cumplir con la obligación turistica de pasar por los lugares que establece el canon.

En la calle, comprobamos que, a pesar de que el tiempo no es excelente, se puede sobrellevar el caminar. La lluvia quizás llegue a la tarde.
Así pues, paseamos sin destino fijo, hacia la zona de Covent Garden, buscando un pub que ofrezca el típico Roast de los domingos. El roast que nos ofrece The Sullivans en un ambiente tradicional con espejos biselados y sofas corridos para comer, es completo y sin necesidad de preguntar para qué es cada elemento. La salsa baña la carne y el pan hojaldrado. Además hay que añadir las baked potatoes, las zanahorias, el brócoli y la coliflor.

El paseo sin rumbo nos lleva al Mercado de Covent Garden cuyas actuaciones callejeras no desmerecen las que se realizan en el interior de los teatros de la zona: hacen participar al público, no son ofensivas y es maravilloso observar las caras de sorpresa, admiración y tensión en los niños y las niñas que rodean el espectáculo. Especialmente, cuando los voluntarios- forzosos a colaborar son sus padres o sus madres.


Ahora el paseo nos dirige hasta el río y donde podemos comprobar que, aunque el vino se sirva en una cueva, los precios son especialmente “prohibitivos”. Esperaremos volver al Mediterraneo. Se entiende cómo los turistas ingleses se avalanchan sobre las estanterias de los duty-free.

Al atardecer, con menos turistas de los habituales, nos sentamos en las escaleras de Trafalgar Square. Sólo hay un guitarrista que toca a nuestras espaldas pero es suficiente como para llenar el espíritu de pensamientos mientras miramos el pasar de coches, personas, autobuses, aviones en la lejanía.

Decidimos cenar en un pub del Soho: The Three Greyhounds. un cantante que averiguamos que se llama Murdo Mitchel que tiene muchos seguidores y seguidoras, y en el pequeño bar acompañan las canciones  de una época más cercana a mi - uno de los más mayores del público del pub - que a los jóvenes que tararean el Sweet Caroline de Neil Diamond

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