Hace algunos años, un compañero me regaló una bicicleta estática que ha permanecido arrinconada y utilizada como un “don juan” en mi casa.
Siempre me decía que podía pedalear unos minutos antes de ir a la ducha, pero el calorcito de las sábanas y la pereza o el cansancio acumulado ganaban en la elección para cubrir los minutos antes de llegar al trabajo.
Pero trabajar en casa tiene la ventaja de que se puede llegar cinco o diez minutos tarde; por lo que resulta agradable dedicar media hora en la bicicleta. Un problema: mi reloj inteligente, “espabilado, diría yo” sólo contabiliza a través del GPS por lo que el dibujo de mi recorrido es como un ovillo de lana desenroscado por un cachorro.
En cualquier caso, es una buena forma para estar en forma y sirve para compensar la tentación de tener el frigorífico siempre a mano.
martes, 24 de marzo de 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario