martes, 16 de agosto de 2022

Incendios forestales

 Domingo día 14 de agosto de 2022.- Debería estar preparándome para una estancia de tres días en el Castillo de Bulbuente. Lo habíamos programado con mucha antelación para huir del calor y de la soledad del ferragosto zaragozano. Ayer cuando tratábamos de encontrar un lugar para comer en esos días en el entorno, nos anunciaron asustados que habían sido desalojados por un incendio.


El atardecer en Zaragoza era rojizo pero atribuible a la ola de calor. No teníamos la altura privilegiada desde la que algunos fotografiaban el desastre.

El sentimiento es desolación porque no sólo se truncan estos días en los que esperábamos incluso pasear por el campo, recordar los tiempos en que mis padres subían por aquellas carreteras de tierra a visitar a mi hermana en el Sanatorio de Agramonte o caminar por el paseo arbolado que conduce desde Vera al monasterio; sino también pienso en que Zaragoza será cada vez más oasis en el desierto, que igual que desapareció el arbolado de los Monegros, desaparece el arbolado del somontano moncaíno.

Nos estamos cargando el planeta. El máximo depredador es el ser humano. Todavía por confirmar el origen se habla de una posible negligencia con una fogata, aunque sería más correcto decir, posible terrorismo al encender una fogata.

Los incendios forestales hacen confluir a los cuatro elementos como cuatro Jinetes de la Apocalipsis. El fuego que calcina la tierra, el agua escasa que necesitamos para apagarlo y el aire enrarecido y contaminado con la combustión. 

Vamos camino de convertirnos en Abednedo, uno de los planetas desérticos de la Guerra de las Galaxias.

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