Ir por un paseo sin que una organización sin ánimo de lucro o una fundación sin mecenas haga una llamada a tu conciencia es poco probable.
No sólo hay mendicantes individuales que escriben en cartón y con falta de ortografía su situación económica desesperada (precaria es un adjetivo que me parece pequeño); sino que también unos jóvenes mal pagados o unos voluntarios se acerquen a solicitar que te inscribas para contribuir económicamente a la susodicha organización No gubernamental.
La finalidad objetiva de todas ellas son loables pero no olvidemos que su finalidad atiende a aquellas personas que el “Estado de Bienestar” ha abandonado. Estado de Bienestar que los gobiernos deberían atender y no atienden porque nunca lo han hecho o porque lo están abandonando para atender otras necesidades más discutibles o creadas por la ambición de dinero o de poder.
En ese dilema me encuentro cuando requieren mi atención los voluntarios o mal pagados representantes de una ONG: ¿ser solidario o ser reivindicativo frente a quienes nos gobiernan?
Noticias como becar a jóvenes de familias con rentas de 100.000 euros anuales y un solo hijo me parece escandaloso.
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