" El aula no es sólo un lugar donde conviven profesores y alumnos, sino que es un escenario comunicativo donde se habla y se escucha, donde se adquieren y practican estrategias de persuasión, de convencimiento, de negociación (también de chantaje); donde se aprende qué decir y a quién, cómo decirlo, cuándo, cómo interpretar el sentido y contenido de los mensajes de los demás. Es un laboratorio de expresión y comprensión de sentimientos propios y ajenos, un lugar donde el discurso del profesor tiene que conectar con las formas de decir, de entender y de hacer de los alumnos."
(Contraportada del libro de Cuadrado, Isabel y Fernández Inmaculada (2011): La comunicación eficaz con los alumnos. Editorial Wolters Kluwer )
Como diría Rodriguez Diéguez, la reducción del acto comunicativo a acto didáctico se produce por cuestiones teleológicas y tecnológicas.
Esta semana, en la Universidad de Bérgamo, vuelvo a retomar esa relación tan querida para mí: comunicación y educación. Quizás porque con ella y con la interacción didáctica me inicié en la investigación. Quizás porque siempre pensé que había que conocer al destinatario antes de ponerse a hablar: en la calle, en el bar, en el aula, o en la mesa de navidad con los familiares. Quizás porque la comunicación no verbal y los implicitos de la comunicación transmiten una información sincera y que no llega por el canal verbal.
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